¿Cómo vivir la castidad en el matrimonio?

¿Cómo vivir la castidad en el matrimonio?

Vivir la castidad dentro del matrimonio es posible

Muchas personas creen que la castidad significa abstinencia sexual y justamente por eso es una virtud para el tiempo de enamoramiento y noviazgo. Sin embargo, todo cristiano es llamado a ser casto en su estado de vida específico (sea el celibato o el matrimonio). Surge entonces el desafío de entender lo que es la castidad dentro del matrimonio y como ella funciona en la práctica. Para mí, tres conceptos son esenciales: fidelidad, donación y totalidad.

Todos nosotros sabemos que en el rito del matrimonio se hace la promesa de fidelidad. Sin embargo me gustaría invitarte a ver esa decisión con otros ojos. Fidelidad significa ser exclusivo de alguien, separar lo que somos y nuestra afectividad sexual para una única persona. Significa reservar lo que tenemos como más precioso para entregarlo a aquel que se mostró digno de recibirnos por su amor (comprometido en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza). Siendo el matrimonio nuestra vocación, en nuestros esposos Dios colocó todo lo necesario para completarnos y saciarnos en todos los aspectos, también en el aspecto sexual.

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El otro es un tesoro escondido que encontramos, y por el cual vendemos todos nuestros bienes (incluyendo otras personas). Suelo decir a los novios que deberían mirarse mutuamente y decir: “Wow, ¡esa persona es un tesoro, no la puedo perder!”. Si lo estás dudando, no se case. La exclusividad no puede ser un peso ni una prisión. Es una ganancia, una gran suerte haber encontrado alguien tan especial para compartir la vida.

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La fidelidad no es algo práctico, simplemente no traicionar, o impuesta por un medio exterior. Para ser verdadera debe nacer en el interior y gobernar cada pensamiento y sentimiento de la persona.  Amo un pasaje donde Jesús sorprende a los fariseos que estaban hablando sobre el adulterio. El dice: “Aquel que mira a una mujer con el deseo de poseera, ya cometió adulterio con ella en su corazón”. ¡Parece una locura!

La persona no hizo nada, nadie sabe en lo que pensó, pero Jesús dice que ya cometió adulterio (después de entender esto ya no necesito explicar cuán grave es la porografía). La verdadera fidelidad es un voto hecho a Dios, una consagración de la sexualidad. Algo personal e íntimo, que dice de nosotros y de Dios. Nuestra fidelidad no se puede determinar por las actitudes del otro, aunque haya traición. Nuestra fidelidad produce santidad y realización, traerá seguridad y paz a nuestra casa.

En relación a la donación, necesitamos tener en mente el concepto verdadero del sexo y de la realización sexual. La donación en la castidad matrimonial envuelve no usar el sexo y al otro para nuestra satisfacción, sino buscar la donación para hacer que el otro se realice. Con esto, dentro de la relación sexual no sobra espacio para la falta de respeto, o para las actitudes que huyen de la naturaleza humana o para la agresividad. Siendo vocación, nuestra entrega al esposo es una representación terrestre de nuestra entrega al propio Dios. El se hace una representación viva de Cristo, a quien debemos respeto amor, servicio, dedicación. En la vida sexual, la realización del otro es nuestro deber, nuestro objetivo. Por eso vivimos la sexualidad no para nosotros misos, sino para el otro. Nuestra realización radica en esa entrega.

Para que esa donación sea verdadera, debe envolver todo lo que somos, nuestra totalidad. Nuestro intelecto, sentimientos, historia y cuerpo. Todo abierto y disponible para que el otro lo complete. La relación sexual en la total donación no puede limitarse, necesita acoger todo lo que el otro es, inclusive en su fecundidad. Por eso, una pareja que se niega a los hijos (usando métodos anticonceptivos por ejemplo) está rechazando un don que existe en el otro. No se donan por completo y por eso no viven una castidad real.

Dios hizo al ser humano de forma que la pareja pueda ser fertil durante un pequeño periodo en cada ciclo menstrual y en una fase restringida de la vida. Siendo así, El permitió que fuese posible la vida sexual en los otros días y fases sin generar un nuevo hijo. La fecundidad del otro, es un don, y si me cierro a eso, no lo acojo en su totalidad.

Ya debes haber percibido que la castidad en el matrimonio es un gran desafío diario y para toda la vida. Ella es una representación de la propia fidelidad de Cristo a la Iglesia y es un don que se debe pedir a Dios constantemente. Seguramente producirá una gran felicidad a aquellos que la conquisten. Termino con una frase linda del Catecismo de la Iglesia Católica: “La castidad comporta el aprendizaje del dominio propio, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre comanda sus pasiones y obtiene la paz, o se deja subyugar por ellas y se vuelve infeliz”(N2339).”

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Roberta Castro
Ginecóloga y especialista en terapia familiar. Coordinadora del Ministerio de Música y Artes de la Renovación Carismática Católica del estado “Espiritu Santo”-Brasil.