Muchos de nosotros, miembros de grupo de oración, oramos cada semana al Señor, le proclamamos Rey de nuestra vida, lo alabamos y bendecimos, y le entregamos nuestra vida. Pero, ¿realmente vivimos lo que oramos? Sí tú le has entregado tu vida al Señor, ¿te has preguntado alguna vez si Él te está llamando a una vida consagrada en alguna comunidad carismática (ya sea de vida o de alianza) o incluso en alguna de las comunidades tradicionales (órdenes religiosas, congregaciones, instituto de vida consagrada, etc)?

Yo, ¿consagrado?

No pienses que sólo los sacerdotes y monjitas son consagradas al Señor. En realidad, no es uno quien se consagra a Dios, sino que es Dios quien consagra. Consagradado quiere decir ‘santo, escogido, elegido’. Si bien es cierto que esos títulos parecen grandes, lo es mucho más el título que todos tenemos por medio del bautismo: ‘hijos de Dios’ (1 Jn 3, 1-ss). Así que cualquier otro título nos acomoda bien.

En muchas de las ‘Nuevas Comunidades’ laicos, familias, célibes y sacerdotes, hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, pero también adultos, viven juntos, en comunidad, para cumplir el mandato que nos dejó Cristo: “Id por todo el mundo y anunciar la Buena Nueva” (Mc 16, 15).

Estas nuevas comunidades son fruto del Concilio Vaticano II y de la Renovación Carismática Católica, suscitadas por el Espíritu Santo y satisfacen las necesidades que el propio Dios ve en su pueblo (Ex 3, 9-10)

Exisiten muchas comunidades, alguna de estas comunidades son Shalom (con casa de misión en Chile), Canción Nueva, Bethania, Bienaventuranzas, Emanuel, entre otras.

¿Qué dice la Iglesia Católica frente a esto?

“La originalidad de las nuevas comunidades consiste frecuentemente en el hecho de que se trata de grupos compuestos de hombres y mujeres, clérigos y laicos, de casados y célibes, que siguen un estilo particular de vida (…) Estas nuevas asociaciones de vida evangélica no son alternativas a las precedentes instituciones (…); son también un don del Espíritu para que la Iglesia siga a su Señor en una perenne dinámica de generosidad, atenta a las llamadas de Dios que se manifiestan a través de los signos de los tiempos.” (Juan Pablo II, Vita Consecrata Nº 62)

Te invito a ti, que le has entregado tu vida al Señor, a orar y discernir junto a un sacerdote o acompañante espiritual, una posible vocación consagrada: familia misionera, sacerdote, religioso/a, celibatario.

No es uno quien ‘elige’, es Dios quien llama.

“No fueron ustedes quienes me eligieron, fui yo quien los escogí” (Jn 15, 16)

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