¿Te has preguntado por qué esa persona que era catequista, o ministro, músico, líder de la parroquia, que cuando predicaba se veía tan imbatible en su fe, ahora ya no participa más de la Iglesia? ¿será que se le acabó el aceite?
O tú mismo, aveces percibes que estás desanimado, sin ganas de orar, de participar de la Eucaristía, o ya no encuentras nada nuevo en tu grupo de oración…¿será que se te está acabando el aceite?
Me explico…
En la parábola de las diez vírgenes (Mt 25, 1-13), éstas están esperando la llegada del novio con sus lámparas en mano. Cinco de ellas son prudentes, que tomaron el aceite necesario para mantener sus lámparas encendidas y cinco de ellas, necias, que no se proveyeron de aceite para sus lámparas. Cuando llegó el novio, las prudentes tenían las velas encendidas y pudieron entrar a la fiesta. Sin embargo, las necias habían ido a comprar aceite y se quedaron afuera del banquete de boda.
En nuestra vida, el aceite es quien hace que nuestras lámparas duren encendidas hasta la venida del novio, que es Jesús. Pero, ¿cuál es ese aceite? La vida de oración, la intimidad con la Palabra, la vida sacramental, es el aceite que hace que nuestra lámpara no se apague y que esté encendida cuando vuelva Jesucristo. No es un aceite que viene de nosotros, sino es un aceite santo, que viene de Dios, que es capaz de mantenernos en vela, despiertos, alimentando cada día nuestra fidelidad, perseverancia, lucha por la santidad y el amor por Dios y por el prójimo. De lo contrario, al estar media apagadas nuestras velas, también nuestra vida se irá apagando, hasta encontrarnos en un estado de dormición de nuestra fe.
Puede que tu lámpara esté encendida…manténla así teniendo esa intimidad con Dios. Si se está apagando, o ya se apagó…apúrate, corre! no sea que Jesús llegue cuando estés de camino a comprar el aceite.
Entonces, “velad, porque no sabéis ni el día ni la hora.” (Mt 25, 13)
Dios te bendice!
Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva