La Inmaculada Concepción de la Virgen María nos habla de su elección desde el momento de su concepción. Desde antes que cualquiera supiera que existía, Dios ya la había amado y llamado a una gran misión.
          Así también pasa con cada uno de nosotros, que desde el momento de que nos formábamos en el vientre de nuestra madre, ya estábamos llamados a grandes cosas (Jer 1, 5), pero al igual que como sucedió con María, Dios necesita nuestro sí para obrar maravillas en nuestra vida.
          Sin el sí de María no hubiese sido posible el nacimiento de nuestro Salvador y sin nuestro sí a Dios, no es posible que las maravillas que Dios pensó en nosotros, desde nuestra concepción, se pueden realizar.
          Así que no es coincidencia que la celebración de la Inmaculada Concepción este dentro del tiempo de adviento, tiempo de espera, espera que no tendrá frutos, si no decimos Sí a Dios, Sí a que realice maravillas en nosotros, en nuestra vida, en nuestra familia, así como lo hizo con María.

en el día de los Ángeles Custodios, una reflexión de nuestro Fundador…

… están con la espada desenvainada para protegerte

El arma es pedir la acción de los ángeles para defendernos, defender a nuestros hijos, nuestro cónyuge, defendernos de las personas que nos quieren hacer mal, de los enemigos, de las drogas, de la sexualidad desordenada y del alcoholismo. Sea cual fuere la situación nunca estaremos solos. Mientras que el  ángel malo, quiere burlarse de nosotros. Especialmente de aquellos que están en el camino del Señor y le dan mucho trabajo. Te quiere derrumbar y después refregarte en la cara lo que haces mal. ¡No podemos permitírselo!

El apóstol Pedro estaba ante algo imposible, pero la comunidad estaba en oración. ¡Por eso, no te desanimes! Quizá hasta hoy el enemigo de Dios sólo se ha burlado de ti y de tu familia, de tu matrimonio, de la situación de tus hijos y hasta de tu situación económica porque tú confiáis en Dios. ¡No te desanimes! Pide la gracia que necesitas al Señor, con confianza!

No pierdas de vista lo que sucedió con San Pedro: había dos soldados junto a él y otros cuatro pelotones de cuatro soldados en la prisión, en la salida de la prisión y fuera de ella. Estaban despiertos y el ángel retiro al apóstol de entre ellos sin que se dieran cuenta. Es así que el Señor te quiere liberar: por medio de los ángeles que puso en tu casa y, especialmente, de tu ángel de la guarda. Ellos son guerreros con la espada desenvainada y están a tu servicio para protegerte y guardarte.

¡Dios te bendiga!

Tu hermano

Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva

El sufrimiento hace parte de la vida del ser humano, y él se lo cuestiona, esto es lo que más le hace sufrir y sufrir inútilmente, sin sentido.

Saber sufrir es saber vivir. Los que sufren también hacen sufrir a los demás. Por otro lado, los que aprenden a sufrir pueden ver un sentido tan grande en el sufrimiento que hasta pueden llegar amarlo.

Sin embargo, sólo Jesucristo nos puede hacer comprender el significado del sufrimiento. Nadie sufrió como Él y nadie como Él supo enfrentarlo (sufrimiento) y darle un sentido trascendental. Nadie lo enfrento con tanta audacia y coraje como Él.
Hay una distancia infinita entre el Calvario de Jesucristo y el nuestro; nadie sufrió tanto y tan injustamente como l. Por eso, Él es el “Señor del Sufrimiento”, como dice Isaías “El hombre de los dolores”.

Sólo la fe cristiana puede ayudar al hombre a entender el padecimiento y a librarse de la desesperación.

Muchos filósofos sin fe hicieron sufrir a muchos. Marcuse llevo a muchos jóvenes al suicidio. De la misma forma, Schopenhauer, recalcado y víctima trágica de las decepciones, llevó al pesimismo y a la tristeza a muchos. Zenón, padre de los estoicos, enseñaba una actitud ante el sufrimiento: sólo resignación mórbida, que, en verdad es mucho más un complejo de inferioridad. Lo mismo hizo Epicuro, que estimulaba una fantasía perjudicial y vacía, sin sentido práctico. De la misma forma, lo hacía Seneca. Jean Paul Sarte miraba la vida como una agonía incoherente vivida de modo estúpido entre dos nadas: comienzo y fin: tragicomedia sin sentido a la espera del nada definitivo.

Los materialistas y ateos no entienden el sufrimiento y no saben sufrir porque, el sufrir para ellos es una tragedia sin sentido. Sus libros llevaron la desesperación y el desánimo de muchos. “Wherther”, de Goethe, inducía a decenas de jóvenes al suicidio. “La Comedia Humana”, de Balzac, llevó a muchos a trágicas condenaciones. Después de leer “La nueva Heloisa” de Rosseau, una joven se reventó el cerebro en la plaza de Ginebra. Varios jóvenes también se suicidaron, en Moscú, después de leer “Los siete ahorcados”. De Leonid Andréiev.

Un día Karl Wuysman, escritor francés, entre el revólver y el crucifijo, escogió al crucifijo. Para muchos esta es la alternativa que resta.

Estos filósofos, sin fe, llevaron a muchos a la intoxicación sicológica, a la desesperación y la depresión, porque no podían entender el sufrimiento a la luz de la fe.

¿Quién nos enseña sobre el sufrimiento? Solamente Nuestro Señor Jesucristo y los que vivieron su doctrina. Ninguno de ellos dijo: “El Señor me engaño”. No. Al contrario, en los labios y en la vida de Cristo encontraron fuerza, ánimo y alegría para enfrentar el sufrimiento, el dolor y la muerte.

Algunos preguntan: si Dios existe, entonces, como puede permitir tanta desgracia, especialmente con personas inocentes?
¿Será que el todopoderoso no puede o no quiere intervenir en nuestra vida o será que no ama a sus hijos? Cada religión da una interpretación diferente para esa cuestión. La iglesia, con base en la Revelación escrita y transmitida por la Sagrada Escritura, nos enseña con seguridad. La respuesta católica para el problema del sufrimiento fue dada de manera clara por San Agustín ( t 430 ) y por Santo Tomás de Aquino ( t 1274 ): “ La existencia del mal no se debe a la falta de poder o de bondad en Dios; al contrario Él sólo permite el mal porque es suficientemente poderoso y bueno para quitar del mismo mal un bien mayor”

¿Cómo entender esto?
Dios, siendo por definición el Ser Perfectísimo, no puede ser causa del mal. Luego, está la propia criatura que puede fallar, ya que no es perfecta como su Creador. Dios no podría haber hecho una criatura perfecta, infalible, porque entonces sería otro Dios.

En verdad, el mal no existe, enseña la filosofía; este es la carencia del bien, por ejemplo, el dolor es la carencia del estado de salud; la ignorancia es la carencia del saber, etcétera

Por otro lado, el mal pude ser también el uso incorrecto, malo, de cosas buenas. Un cuchillo es bueno en la mano de la cocinera, pero no en la mano de un asesino… hasta una droga es buena, en las manos del anestesista.

El Altísimo permite que las criaturas vivan conforme a la naturaleza de cada una, permite, pues, las respectivas fallas. Toda criatura, entonces, por el hecho de ser criatura, es limitada, finita y por eso, sujeta a los errores y fallas, los cuales acaban generando sufrimiento. Así, el sufrimiento es, de cierta forma inherente a la criatura. El Papa Juan Pablo II, el 11/02/84, en la Carta Apostólica sobre ese tema dice que: “El sentido del sufrimiento es tan profundo cuanto el mismo hombre, precisamente porque manifiesta, a su modo, la profundidad propia del hombre lo sobrepasa. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre ( Dor Salvifica, n 2 ) “De una forma u otra, el sufrimiento parece ser, y de hecho es, casi inesperable de la existencia terrestre del hombre” (DS, n 3)

Prof. Felipe Aquino.

Fuente: cancionnueva.com.es

“¿Puede usted celebrar la Misa en la cárcel?”, es la pregunta que muchos me han hecho innumerables veces. Y tienen razón: La Eucaristía es la más hermosa oración, es la cumbre de la vida cristiana. Cuando les
Mons. Van Thuan

Mons. Van Thuan

respondo que si, ya se cual es la pregunta siguiente: “¿Cómo consiguió encontrar pan y vino?”.

Cuando fui arrestado tuve que salir inmediatamente, con las manos vacías. Al día siguiente me permitieron escribir y pedir las cosas más necesarias: ropa, pasta de dientes… Escribí a mi destinatario: “Por favor, mándame un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago”. Los fieles entendieron lo que eso significaba: me mandaron una botellita de vino de Misa con una etiqueta que decía: “medicina contra el dolor de estómago”, y las hostias las ocultaron en una antorcha que se usa para combatir la humedad. El policía me preguntó:

– ¿Le duele el estómago?
– Si.
– Aquí hay un poco de medicina para usted.

Nunca podré expresar mi gran alegría: Todos los días, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de mi mano celebraba la Misa…

De todos modos, dependía de la ocasión. En el barco que nos llevó al norte celebraba la Misa en la noche y daba la comunión a los prisioneros que me rodeaban. A veces tenía que celebrar cuando todos iban al baño, después de la gimnasia. En el campo de reeducación nos dividieron en grupos de 50 personas; dormíamos en camas comunes; cada uno tenía derecho a 50 cms. Nos las arreglamos para que estuvieran 5 católicos conmigo. A las 21:30 había que apagar la luz y todos debían dormir. Me recogía en la cama para celebrar la Misa de memoria, y repartía la comunión pasando la mano bajo el mosquitero. Frabricamos bolsitas con el papel de los paquetes de cigarrillos para conservar el Santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Jesús Sacramentado en el bolsillo de la camisa.

Recuerdo lo que escribí: “Tú crees en una sola fuerza: La Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre del Señor que te dará la vida… “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10).
Como el maná alimentó a los israelitas en su viaje a la tierra prometida, así la Eucaristía alimentará en tu camino de la esperanza

Del libro “Cinco panes y dos peces”

Mons. Van Thuan

Te invitamos a ver este video del Viacrucis realizado en Canción Nueva

Queden en la paz de Cristo Resucitado, Aleluia, Aleluia

Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva