El músico es un artista, y todo artista es favorecido por Dios con dotes artísticos, por eso es sensible. Arte es sensibilidad y con esto se hace.

Dios hizo al músico muy sensible, lo que es una gracia; pero por causa del pecado original, infelizmente, esa sensibildad trajo para afuera la sensualidad. Así, el músico acaba siendo muy sensual sin querer.

Si tú usas un aparato para aspirar el barro, va a salir mucha suciedad de él. En el lodo hay agua, pero
lo que sale no es solo agua limpia, porque, infelizmente, la aspiradora quita también la suciedad. Su sensibilidad succiona de ti, de tu carne marcada por el pecado, toda sensualidad.

Quien es músico siente eso en la propia piel. Digo eso por mí que también lo soy. Cómo luché en mi vida entera! Luché en mis tiempos de adolescente, pero no entendia el porqué de tanta lucha. Fueron caídas y victorias, gracias a Dios! Fueron pecados, pero también ascensiones. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5,20)

Tú eres muy sensible, por eso tu sexualidad está a flor de piel. Pero tú no puedes olvidarte de que fue el propio Dios quien nos hizo sensibles. Él sabe que el pecado habita en ti, sabe que la malicia y la sensualidad están presentes en tí. Por eso Él mismo provienció la salvación. Donde hubo abundancia de pecado, Él providenció sobreabundancia de gracia.

Cuando nuetros primeros padres cayeron, hubo abundancia de pecado, por eso, inmediatamente, vino la sobreabundancia de gracia. El Señor prometió al Salvador y dijo a la serpiente: “pondré hostilidad entre ti y a mujer, entre tu descendencia y la descendencia de ella…” (Gn 3,15)

Tanto Jesús como tú, pertenecen a la generación de la mujer. Gracias a Dios, tú eres de su generación. No podemos ser ingenuos con la tentación, porque el tentador sabe lo que hace. Donde atacar. Él conoce nuestros puntos débiles. Pero la gracia y las defensas son infinitamente mayores. No se puede jugar con la tentación, pero la gracia es mayor, porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, y eso sucede concretamente contigo. Confíe en eso.

La gran gracia que el Señor quiere darte es un bautismo en el amor, porque o tú amas o caes en la sensualidad. Es necesario que haya mucho amor, pues tu no dejarás de ser sensible. Dios lo hizo así.

Hay una diferencia entre el corte de un cuchillo utilizado en los campos al corte de una navaja. Dios no corta con cuchillo, sino con navaja. Con el machete se corta la hierba, que es dura. Con el cuchillo no es así, pues con una barba áspera ya daña la navaja. O te gusta de verdad, o sólo una víctima de su sensualidad

Gracias a Dios, hay mucha cosa buena dentro de tí, pues el Espíritu Santo está en ti; por lo tanto, el amor también está ahí. El amor es Dios y habita en ti.

Monseñor Jonas
Fundador de la Comunidad Canción Nueva

Traducción: Daniel Galaz

Basada de la carta del Santo Padre Juan Pablo II a los artistas (1999)

“Dios vio cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn 1, 31)

¿Cuántas veces nosotros, los músicos, quedamos en paz, satisfechos y gustosos luego de escuchar nuestra nueva composición (o la de otros), o de arreglar alguna canción o simplemente cantar alguna de nuestras músicas favoritas?

Si has tenido esa experiencia de contemplar alguna creación, ¿te imaginas cuán feliz habrá quedado nuestro Dios al contemplar la naturaleza, o más aún, al hombre, lo más precioso ante sus ojos? ¿cuán feliz quedará Dios cuando le cantamos o componemos para Él?

Cuando contemplamos la naturaleza contemplamos al mismo Dios: su grandeza, belleza, delicadeza y amor que nos tiene al regalarnos su creación. De igual manera, cuando contemplamos una obra de arte de tal o cual pintor, nos damos cuenta de su personalidad, de su estado de ánimo, del mensaje que el artista quería expresar. Por lo tanto, cuando cantamos, damos a conocer lo que está más dentro de nosotros. Si nuestro corazón está lleno de Dios, mostraremos a Dios, de lo contrario, nos mostraremos a nosotros mismos.

Dios es el creador y nosotros los artistas, creados a su imagen y semejanza (Gn 1, 27) quienes participamos en la tarea que Él nos encomendó: dominar la tierra y sed fecundos, es decir, ser co-creadores (Gn 1,28).

Cantemos al Señor un cántico nuevo (Sal 33, 3). Cantémosle con un nuevo corazón y así lo daremos a conocer, pues somos artistas, imagen del Dios creador, obra admirable de sus manos. 

Daniel Galaz