Si en una encuesta mundial preguntaran ¿”Quieres ser feliz?”, es muy probable de que el 100% de los encuestados responderían que “sí”.

Pues es lógico que lo que más busca el ser humano es estar bien, vivir en alegría, no pasar hambre, ni que su país esté en guerra. Y eso es bueno, pues Dios puso en nuestro corazón un ardiente deseo de alcanzar la felicidad. Y cuando Dios nos creó, Él vio que todo estaba muy bien (Gn 1, 31).

Es el propio Dios quien, en primer lugar, quiere que nosotros seamos felices. Si Él es toda bondad, cómo podría salir un deseo negativo de Él hacia nosotros, que somos sus hijos amados?

Pero para ser realmente felices, debemos satisfacer ese deseo que Dios colocó en nuestro corazón. Y de qué manera podremos ser realmente felices, te preguntarás. La palabra nos responde: “Dios pone delante de nosotros la vida y el bien, la muerte y el mal” (Cf. Dt 30, 15).

Tranquilo, no es que Dios ponga delante de ti esos dos caminos y te deje solo sin darte más pistas ni indiacaciones. “Si escuchas los mandamientos de tu Dios, amándolo, siguiendo sus caminos y guardando sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y te multiplicarás. Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Cf. Dt 30, 16a.19b)

Nadie bebe un líquido de una botella que diga ‘veneno’. Dios no te va a decir que escojas el camino que lleve a la muerte. ¿Percibes cuánto amor Dios tiene, al decirte que escojas la vida? El mundo jamás te dará lo que Dios te dará, al contrario, te dará la muerte y el mal.

En este tiempo de Cuaresma, amemos a Dios, escuchemos su voz, estemos en comunión con Él. En ello estará nuestra vida así como la prolongación de nuestros días. Solo asi, podremos ser felices, a pesar de las dificultades propias de la vida (Cf. Dt 30, 20)

Dios te bendice

Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva

¿A quién no le ha pasado que, estando en este camino de fe y conversión, se ve enfrentado por personas que recuerdan tus grandes caídas del pasado, que tal vez ya están sepultadas, borradas y ni recordadas por el propio Jesús por medio del sacramento de la confesión?

O aveces, somos nosotros mismos quienes nos condenamos por lo vivido en el pasado, o incluso en nuestro presente.

“Yo, que participo de la Misa, doy catequesis, participo del grupo de oración, predico y canto…¿cómo pude haber pecado así, incluso, después de haberme confesado hace poco y luego de haber vivido ese hermoso retiro?”, es lo que se suele decir…

Pero nos olvidamos de que si ya estuviésemos viviendo la perfección, ya no estaríamos aquí en la tierra…o lo que es peor, Cristo ya no seria nuestro salvador. Él, ¿de qué nos tendría que perdonar?

Si estando en la presencia de Dios, seguimos pecando y seguimos teniendo miserias, ¿te imaginas cómo seríamos de pecadores y de miserables sin estar en su presencia?

La santidad no se resume en el no tener pecados. Más que estar libre de todo pecado, es CAMINAR, PERSEVERAR, LEVANTARSE, RECONCILIARSE CON DIOS, y SIEMPRE LUCHAR. Pero si caemos, ánimo!. Caminemos, perseveremos, levantémonos, reconciliémonos con Dios y sigamos luchando.

Dios te bendice