Dios, Padre y Pastor
de todos los hombres,
Tú quieres que no falten hoy día,
hombres y mujeres de fe,
que consagren sus vidas
al servicio del evangelio
y al cuidado de la Iglesia.

Haz que tu Espíritu Santo
ilumine los corazones,
y fortalezca las voluntades de tus fieles,
para que, acogiendo tu llamado,
lleguen a ser los Sacerdotes y Diáconos,
Religiosos, Religiosas y Consagrados
que tu Pueblo necesita.

La cosecha es abundante, y los operarios pocos.
Envía, Señor, operarios a tu mies.

Amén

Eliana Ribeiro, consagrada de la Comunidad Canción Nueva, nos canta en español “Un Consagrado”.

Dios los bendice!

De “Tomás, el Musical”, dejamos con ustedes esta hermosa canción vocacional…’Un llamado especial’.
Todos tenemos un llamado a entregarle nuestras vidas a Dios, a ser de Él, a ser santos…pero a otros, Él los llama a consagrar su vida, para amar solo a Dios y a su Iglesia.

Dios los bendice!

Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva

En el día 3 de setiembre de 1949, yo estaba partiendo para entrar en un seminario de los Salesianos en Lavrinhas – Brasil

Estaba determinado, pero no fue fácil dejar mi casa, mi padre, mi madre, mi hermano y principalmente mi primera hermana, que en aquella época tenía solamente un año de edad.

Antes de su nacimiento, mama había contraído tuberculosis. En aquel entonces, la tuberculosis era una enfermedad difícil de tratarse, ella sufrió durante siete años. Aun enferma mi madre ayudaba a mi padre. Ella trabajaba como modista: era un tipo de costura pesada: cosía ropas para el ejército.

Durante el tratamiento, por determinación de la doctora, ella no podía quedar embarazada. Lo logró durante un buen tiempo, pero después de siete años ella se embarazó. Cuando fue al médico, él dijo: “La señora no podía embarazarse. Vuelva al hospital mañana y nosotros haremos el aborto del niño”. Mi madre respondió: “No doctor, no lo haré”

Ella miró fijamente al doctor y no dudó: “Si usted no quiere ayudarme, está bien. Estoy volviendo a casa y no vengo más aquí. Muchas gracias por todo. Pero yo no abortaré”. Mamá fue muy determinada. Este fue el médico que cuidaba de ella hacía más de siete años.

Fue junto a otro médico que, por providencia, la recibió muy bien y le dijo: “Mi hija, vas a lograrlo. Yo te ayudaré. Tu actitud de no querer abortar a este niño fue correcta” .

Mamá permaneció firme y determinada durante todo su embarazo. Y nació mi primera hermana, María. Después del nacimiento, mamá quedo completamente curada de la tuberculosis y no necesitó volver al médico.

Debemos reconocer las consecuencias de nuestras decisiones. […] El Señor realiza grandes obras, a partir de un sencillo sí que damos.

Texto extraído del libro “Vocación: Un desafió de amor”
Mons Jonas Abib. Fundador de la Comunidad Canción Nueva

“¿Puede usted celebrar la Misa en la cárcel?”, es la pregunta que muchos me han hecho innumerables veces. Y tienen razón: La Eucaristía es la más hermosa oración, es la cumbre de la vida cristiana. Cuando les
Mons. Van Thuan

Mons. Van Thuan

respondo que si, ya se cual es la pregunta siguiente: “¿Cómo consiguió encontrar pan y vino?”.

Cuando fui arrestado tuve que salir inmediatamente, con las manos vacías. Al día siguiente me permitieron escribir y pedir las cosas más necesarias: ropa, pasta de dientes… Escribí a mi destinatario: “Por favor, mándame un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago”. Los fieles entendieron lo que eso significaba: me mandaron una botellita de vino de Misa con una etiqueta que decía: “medicina contra el dolor de estómago”, y las hostias las ocultaron en una antorcha que se usa para combatir la humedad. El policía me preguntó:

– ¿Le duele el estómago?
– Si.
– Aquí hay un poco de medicina para usted.

Nunca podré expresar mi gran alegría: Todos los días, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de mi mano celebraba la Misa…

De todos modos, dependía de la ocasión. En el barco que nos llevó al norte celebraba la Misa en la noche y daba la comunión a los prisioneros que me rodeaban. A veces tenía que celebrar cuando todos iban al baño, después de la gimnasia. En el campo de reeducación nos dividieron en grupos de 50 personas; dormíamos en camas comunes; cada uno tenía derecho a 50 cms. Nos las arreglamos para que estuvieran 5 católicos conmigo. A las 21:30 había que apagar la luz y todos debían dormir. Me recogía en la cama para celebrar la Misa de memoria, y repartía la comunión pasando la mano bajo el mosquitero. Frabricamos bolsitas con el papel de los paquetes de cigarrillos para conservar el Santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Jesús Sacramentado en el bolsillo de la camisa.

Recuerdo lo que escribí: “Tú crees en una sola fuerza: La Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre del Señor que te dará la vida… “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10).
Como el maná alimentó a los israelitas en su viaje a la tierra prometida, así la Eucaristía alimentará en tu camino de la esperanza

Del libro “Cinco panes y dos peces”

Mons. Van Thuan