Las multitudes siguieron a Jesús. Él proclamaba el Reino de Dios y sanaba a los enfermos. Pero, ya llegando al término del día, los discípulos querían que Jesús despidiera a la muchedumbre para que pudieran descansar y alimentarse. Pero Jesús les dice: “Ustedes mismos dénles de comer”. No había más que cinco panes y dos peces para unos cinco mil hombres. Y Jesús, pronunció la bendición y aconteció el milagro. Sobraron 12 cestos de los pedazos que sobraron.
Sin los cinco panes y dos peces, no acontece el milagro. No porque Jesús no pueda obrar, pues nada es imposible para Él, pero Él necesita de nuestra parte.
Tal vez nuestros cinco panes y dos peces sea sólo nuestro sí al Señor: el deseo de predicar, de evangelizar, de orar por los hermanos. O aún más simple, el de barrer la capilla, adornar la Iglesia, limpiar los baños, ser quien tenga las llaves de la parroquia. En esa simplicidad, Jesús actúa y multiplica tu servicio, carisma, don recibido…para alimentar a un pueblo hambriento de escuchar la Palabra de Dios.
O al revés. Te han encomendado una gran misión, y crees que no eres capaz. Incluso, puedo decirte: “no eres capaz, pero Dios te capacita”. Pues si todo lo haríamos nosotros, nosotros haríamos el milagro de la multiplicación, y no Jesús.
El mundo está hambriento, hay que saciar su hambre de Dios. Y Jesús te encomienda esa misión a ti. Confiémos que Él hará todo lo demás. Tú solo dile “sí” y verás cómo sobrarán doce canastos con pedazos de pan.
Dios te bendice,
Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva