Te invitamos a escuchar el evangelio de este domingo, y de un breve comentario, para llegar mejor preparados a la Celebración Eucarística

Dios te bendice!

Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb.
Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, 3 Moisés pensó: “Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?”.
Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. “Aquí estoy”, respondió él.
Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”.
Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.
El Señor dijo: “
Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos.
Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. 
El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son oprimidos por los egipcios. 
Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas”. (Ex 3, 1-10)

De este texto bíblico, podemos desprender algunas ideas que nos ayudan a entender la vocación de Moisés, y nuestra propia vocación.

1. Moisés, como cada día, llevaba a las ovejas a pastar. Era un día cualquiera. Sin embargo, esa vez se decidió llegar hasta el monte Horeb. Fue Dios quien le habló, no fue Moisés que fue con la intención de “ser llamado” por Dios, fue una iniciativa generosa de Dios. Así sucede con nosotros. No fuimos nosotros quienes escogimos a Dios, fue Él quien nos escogió primero. Y el llamado de Dios muchas veces acontece en el día a día, dentro de nuestras actividades normales. Es ahí donde Dios se manifiesta, pero también depende de que nosotros queramos escuchar la voz de Dios, de subir a la montaña de Dios, ir más allá.

2. Dios habló en una zarza, que ardía, pero no se consumía. Cuando escuchamos la voz de Dios, nuestro corazón arde, es llenado por un fuego que quema, pero no ‘destruye’, al contrario, construye, va haciendo todo de nuevo, va edificando nuestro corazón.

3. Dios llamó a Moisés por su nombre. Es así cómo Dios nos llama, por nuestro nombre. Me identifico y nos identifican por nuestro nombre. Dios nos conoce, no llama a otro, TE LLAMA A TI, no a otros, no llama a un montón de personas, a una masa. Nos llama individualmente.

4. Cuando le decimos a Dios, aquí estoy, o heme aquí, como le dijo Moisés, Él nos invita a descalzarnos, a despojarnos. Reconocemos la grandeza de Dios y nuestra pequeñez. Como María, decimos: “ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava” (Lc 1, 48) El Dios que nos llama, es un Dios que está vivo, por eso dice: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, Isaac y el de Jacob.

5. Cuando Dios llamó a Moisés, lo llamó para una misión. Dios vio la realidad de su pueblo: eran esclavos, era un pueblo que sufría. Y Dios, le encomienda liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Dios, HOY, ve la realidad de su Iglesia, de su Pueblo, o de alguna situación particular, y te llama a ti para anunciar la Buena Nueva, a través de un carisma específico.

Qué lindo es el sueño que Dios tiene con cada uno de nosotros. Seamos dóciles a su llamado. No tengas miedo. Su voluntad, es nuestra felicidad. Él nos destinó a ser santos, a ser felices, y a ser a los demás felices también.

Dios te bendice!

Perdóname, Señor, encomienda a otro esta misión”. (Ex 4,13)

Luego que Moisés le dice a Dios ‘heme aquí’, Dios le encomienda hablar con el faraón para que saque a su pueblo de Egipto, Moisés. Sin embargo, Moisés rechaza en una primera instancia esta misión que Dios le encomienda, pero Dios no se cansa en responderle.
Esto lo podemos encontrar en Ex 3, 11-15; 4, 1-17

Aquí están las cinco objeciones de Moisés y las respuestas que Dios le da él, que no es más que nuestra vida. Muchas veces le decimos que no a Dios, pero Él cada día sigue seduciéndonos con su amor.

1.  “¿Quién soy yo para presentarme ante el Faraón y hacer salir de Egipto a los israelitas?”. (3, 11)

“¿Quién soy yo? !Yo no puedo ir!” Es lo que Moisés le dice a Dios. Y Dios no le responde quién es él, sino que le dice: “Yo estaré contigo” (v.12). Muchas veces, no nos conocemos, no sabemos quiénes somos ni de donde procedemos. Pero con esta respuesta, podemos decir que nosotros ‘somos’ en Dios. De Él venimos, y hacia Él vamos. Si no estamos en Dios, ¿cómo podremos encontrar el verdadero sentido de nuestra vida? Dios está en nosotros, nosotros en Él. Con Él, todo podemos hacer. Sin Él, nada. No eres tú, por tus fuerzas ni por tus medios que llevas la misión, sino que es Dios, en ti, que te lleva a liberar a su pueblo.

2. “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”. (3,13)

¿Quién eres Tú? Será que Moisés no conocía a Dios? Dios le responde: ‘Yo soy el que soy’ (v.14). Dios es un dios de vivos, de todas las generaciones. Si no le conocemos, ¿cómo sabremos cuál es la misión que Él tiene en nuestra vida? Estamos llamados a la Intimidad con Dios. En esa intimidad, Él te hablará y te dará a conocer su voluntad.

3. “¿Y si se niegan a creerme, y en lugar de hacerme caso, me dicen: ‘No es cierto que el Señor se te ha aparecido’?”. (4,1)

¿Y si no me creen?, pregunta Moisés a Dios. Él se fija en sus capacidades, y no en las de Dios. Moisés era un pastor, caminaba apoyado con su cayado. Ahora, ese cayado, se transformará en un signo del poder de Dios ante el pueblo (v.3-9) Es así como Dios toma nuestras capacidades y las transforma. Él también necesita de nuestro cayado, de nuestros dones, talentos, necesita que pongamos de nuestra parte. Porque al al final, es Él quien hace todo.

4. “Perdóname, Señor, pero yo nunca he sido una persona elocuente: ni antes, ni a partir del momento en que tú me hablaste. Yo soy torpe para hablar y me expreso con dificultad”. (4,10)

¡Soy tartamudo! es lo que le dice Moisés. Moisés sabía de sus limitaciones, pero para Dios, esa no es una limitación, pues es Él quien hace la obra, es Él quien libera. Él es quien pone las palabras en nuestra boca (v.12). Dios te llama, no te detengas en tus limitaciones, porque la obra es de Él. No es con nuestras capacidades ni con nuestros méritos con los cuales ‘liberamos’ u ‘obramos milagros’. Sino, que Dios toma nuestra pequeñez para obrar grandezas.

5. “Perdóname, Señor, encomienda a otro esta misión”. (4,13)

¡A mí no!, es la última objeción que le hace Moisés a Dios. Dios ha hecho de todo y va más allá con Moisés. Dios se da a conocer, le da el poder para hacer señales, le da la promesa de que Él hablará por su boca, y además, pondrá como compañero de Moisés, a Aarón, quien habla bien (v.14-17). Dios no se deja vencer en generosidad. Él siempre nos regala mucho más de lo que merecemos. Somos sus hijos amados, Él no nos deja solos, incluso, pone hermanos a nuestro lado que nos ayudan a realizar la misión que Él nos encomienda. Tu “sí” a Dios, puede salvar almas, así como el sí de María. Ella dijo que sí, y Jesús redimió al mundo.

Dile que “sí” al Señor, no te detengas en tus limitaciones, sino que quédate en su amor y misericordia.

Dios te bendice!