Cuando un muchacho está interesado en conocer a una niña hace todo lo posible por saber de ella: cómo se llama, qué hace, dónde vive, etc…No se conforma con que otros le hablen ‘de ella’, sino que Él quiere hablar ‘con ella’. Es así como nace una amistad y un posible noviazgo.

Así mismo sucede con Dios. Él ‘anhela’ tener una intimidad con nosotros. Él quiere hablar, dialogar con nosotros. Y tú, ¿quieres conocer a Dios, saber cómo piensa, cómo actúa? Pues búscalo, conversa con Él, que Él se deja encontrar, sobre todo en esta cuaresma, que es un tiempo ‘especial’ de intimidad cno el Señor. En realidad, Dios siempre está a nuestro lado hablándonos, solo que muchas veces no nos percatamos de eso.

Dios hace todo lo posible para hablar con nosotros: a través de los acontecimientos, o de un amigo, o de nuestros familiares, de un sacerdote, por medio de la Sagrada Escritura. Él nunca nos abandona, tanto así que Él se quedó en medio de nosotros en su Palabra.

Es su Palabra quien nos transforma, nos fecunda, nos llena de esperanza. ¿A cuántas personas que han estado por tristezas o tribulaciones, la Palabra le devuelve la alegría y la fortalece para enfrentar las diversas situaciones de la vida?

Cuando Dios hizo la creación, “Él dijo: ‘haya luz’ y hubo luz” (Gn 1, 3); dijo también: ‘hagámos al ser humano’ (Gn 1, 26) y creó al ser humano. De su boca salió aliento de vida, y el hombre fue un ser viviente (Gn 2, 7). Es decir, de la boca de Dios sale vida. Es por eso que la Palabra tiene fuerzas para transformar nuestras vidas.

Y lo más lindo es la promesa que sigue: La Palabra que sale de su boca no volverá a Él vacía, sin producir frutos (Cf. Is 55, 11). Es Dios quien promete eso! Él produce en nosotors los efectos que Él desea.

En cuaresma, acerquémonos cada vez más a Dios por medio de su Palabra. Es Él quien nos convierte y realiza en nosotros su obra.

Daniel Galaz
Comunidad Canción Nueva