Es interesante comenzar a descubrir como ha cambiado la concepción del servidor en la iglesia estos últimos tiempos.
Argumentos nuevos como es necesario “cambiar” o “renovarse” son muy comunes dentro de todas las comunidades eclesiales, la intención es válida de hecho es necesario cambiar y renovar nuestra Iglesia, sin embargo, la forma en la que se procede muchas veces es cuestionable, es necesario un profundo discernimiento espiritual para hacer la voluntad de Dios, ya sea en nuestros grupos de oración, pastorales de adultos y jóvenes, etc.
Frente a la inmensidad de nuevos desafíos tenemos una Iglesia que se renueva pero que también vive de la tradición. El discernimiento de Espíritu consiste justamente en esto, en ser parte de este proceso de manera sabia, prudente y equilibrada.
Si vemos la necesidad de imponer algo estamos frente a un propósito humano, los evangelistas Juan y Mateo nos hablan de ello de manera concreta: “El que quiera servirme, que me siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno me sirve, lo honrara el Padre” (Jn 12, 26) “Entonces Jesús dijo a los discípulos: el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 24). La forma de servir a Dios siempre ha sido una y la narra la Palabra de Dios.
El Señor nos ama y nos llama a amar por sobre todas las cosas, el quiere que sirvamos en su presencia todos nuestros días y es por eso que nos invita a abrir nuestro corazón para experimentarle personalmente, solo así podremos darle el lugar de Señor que le corresponde de este modo podremos negarnos a nosotros mismos para que al servir no seamos nosotros sino Jesús el que obre haciendo no nuestro querer sino que el de Dios
Jesús te llama a ti servidor a tomar esa decisión, a afrontar este desafío de poner el querer de Dios por sobre los tuyos.
Hay algunas características entonces que debemos mantener siempre presentes y que son signos del servidor:
1.- Todo servidor debe experimentar a Jesús personalmente: La experiencia con Jesús es saberme y sentirme amado personalmente por Dios, por quien soy. Si no conocemos a Dios, no conocemos que quiere que hagamos como servidores y es el Espíritu Santo el que nos ayuda a fascinarnos por las cosas de Dios y descubrirlas (1 Cor 2, 10-11). La respuesta del hombre que conoce a Dios es querer agradarle y amarle casa día mas (Jn 15, 10)(Mc 12, 28-30)
2.- Seguirle, formarse, modelarse: Recordemos que los discípulos antes de ser verdaderos apóstoles servidores de Jesús le siguieron, aprendieron de Él y dejaron que él los transformase totalmente (Jn 2, 19-21) (Jn 3, 5-7) (Rm 21, 1-2)
3.- Escuchar la voz del maestro y obedecer: es necesario escuchar al Señor, ¿cómo serviremos como Dios quiere si no lo escuchamos?, la oración es la oxigenación de la fe y nos oxigenamos de amor pues en ella oímos al Señor, el Espíritu Santo nos ayuda a escuchar verdaderamente a Dios. No sirve de nada escuchar a Dios si no hacemos los que nos pide, obedecerle a Él es imprescindible para quien es servidor, ¿pero a quien debo obedecer? ¿Solamente a Dios?, San pablo nos responde (Rm, 1-5)
4.- Actuar con mansedumbre sencillez y humildad: Juan Bautista nos muestra cómo debe ser quien sirve a Dios, (Jn 1, 29-30) nuestro rol como servidores es ser como el burro que cargo al maestro al llegar a Jerusalén el día de los ramos. Nuestra Madre María, Madre del Dios vivo (Lc 1, 38), nos enseña que a pesar de tener el privilegio de ser elegidos por Dios no debemos crecer sino que disminuir (Jn 3, 30)
5.- Instrumento de Gracia Divina: Podemos ver como los discípulos fueron instrumentos de gracia y el fruto de su obra fue abundante. Cuando estamos llenos de Dios no hay espacio para lo que no es de Dios por lo que es lógico que la gracia de Dios fluirá a través nuestro haciéndonos canales de gracia para el prójimo. El pecado nos aparta de Dios y de su gracia, nos incapacita y debilita. Él estado de gracia es la forma más clara en la que el hombre le dice a Dios que lo ama. Sin duda puedo decirles que el efecto de la obra de Dios es aun más poderoso si su instrumento está limpio… (Gal 2, 20).
6.- No esperes recompensa: Jesús no recibió recompensas en esta tierra por su obra, sin embargo en el cielo está lleno de Gloria y majestad. Te aseguro que los que obran para recibir ya tienen lo suyo, pero ellos no pueden esperar recibir también después de su muerte terrena. Nuestra verdadera recompensa es la corona del reino de los cielos, es vivir junto al Maestro en la gloria celestial eternamente.
7.- A pesar de todo nunca dejar de luchar: la mayor victoria de Satanás no consiste en que pequemos, sino que nos mantengamos lejos de Dios. Hermano, siempre caemos, pero lo importante es nunca desistir, al levantarte por la mañana y mirarte al espejo habla contigo y di para ti, hoy no voy a desistir, hoy luchare por no pecar y si caigo lo volveré a intentar, no les des espacio al desánimo y a la vergüenza, ten ánimo, tu pecado no es mayor, tu error no es mayor, el abrazo de Dios es mayor. Dios te ama!
Comparto contigo brevemente dos características fundamentales para guiar comunidades llevándolas por buen camino y que solemos olvidar pues creemos que ya hemos hecho suficiente (Ef 4, 2-4), un fruto de amar a Dios es amar al prójimo. Amarle, acogerle y servirle es importante para producir nuevos servidores, el buen servidor trabaja al 100% y hace trabajar a 100 hermanos más. No hay espacio para el individualismo.
Para que las comunidades no se desvirtúen y no se transformen en ‘junta de amigos’ es necesario tener un celo por Dios que se traduzca en apasionarse por el bien aborreciendo el mal (Rm 12, 9-10), pues solo así se podrá guiar el rebaño por buen sendero. Les exhorto a corregir con amor. Es un gran error no corregir temiendo a que no sea aceptada la corrección, todos necesitamos aprender, todos necesitamos ser corregidos.
El rey Salomón pidió a Dios Sabiduría y Prudencia y el Rey David confiando en Dios logró unir todas las tribus de Israel…que esa petición sea la tuya el día de hoy.
Francisco Díaz