Estaba determinado, pero no fue fácil dejar mi casa, mi padre, mi madre, mi hermano y principalmente mi primera hermana, que en aquella época tenía solamente un año de edad.
Antes de su nacimiento, mama había contraído tuberculosis. En aquel entonces, la tuberculosis era una enfermedad difícil de tratarse, ella sufrió durante siete años. Aun enferma mi madre ayudaba a mi padre. Ella trabajaba como modista: era un tipo de costura pesada: cosía ropas para el ejército.
Durante el tratamiento, por determinación de la doctora, ella no podía quedar embarazada. Lo logró durante un buen tiempo, pero después de siete años ella se embarazó. Cuando fue al médico, él dijo: “La señora no podía embarazarse. Vuelva al hospital mañana y nosotros haremos el aborto del niño”. Mi madre respondió: “No doctor, no lo haré”
Ella miró fijamente al doctor y no dudó: “Si usted no quiere ayudarme, está bien. Estoy volviendo a casa y no vengo más aquí. Muchas gracias por todo. Pero yo no abortaré”. Mamá fue muy determinada. Este fue el médico que cuidaba de ella hacía más de siete años.
Fue junto a otro médico que, por providencia, la recibió muy bien y le dijo: “Mi hija, vas a lograrlo. Yo te ayudaré. Tu actitud de no querer abortar a este niño fue correcta” .
Mamá permaneció firme y determinada durante todo su embarazo. Y nació mi primera hermana, María. Después del nacimiento, mamá quedo completamente curada de la tuberculosis y no necesitó volver al médico.
Debemos reconocer las consecuencias de nuestras decisiones. […] El Señor realiza grandes obras, a partir de un sencillo sí que damos.
Texto extraído del libro “Vocación: Un desafió de amor”
Mons Jonas Abib. Fundador de la Comunidad Canción Nueva