Tu vocación es linda y es necesario que la asumas
Hoy te digo: sea en el punto en que estés, asume hoy tu vocación. Eso es muy importante. Existe una vocación para vos. Existe.
¡Claro que existe! ¡Esta ahí!
Es bíblico: Dios te ha creado en vista de las buenas obras que Él preparo, de antemano, para que vos inviertas tu vida en ella. No pienses que existen vocaciones “mayores” y “menores”.
¿Quién es mayor? ¿Mi padre Don Bosco o la madre de él, mamá Margarita?
¡Es difícil decir! San Juan Bosco ya es santo, ¿verdad?
Su madre aún no lo es. Pero no dudo para nada de que ella fue tan santa como él.
Solo que el hijo se preyectó y la madre no. Porque la madre quedo allí en la “sombra” de ser madre, en un lugar de la antigua Italia ayudando a su hijo.
Y la historia se repite: no pienses que tu vocación de madre, tu vocación de esposa, de ama de casa, es menor que mi vocación sacerdotal o de alguien que se consagra en una vida religiosa. ¡No! No existe vocación “mayor” y vocación “menor”.
San Juan Pablo II para ser quien fue necesitó tener un padre y una madre.
Él tuvo un padre y una madre. La vocación de los padres de San Juan Pablo II fue de ser esposos y, por lo tanto crear, educar, formar y dar a Dios aquel que fue Juan Pablo II. Y, para Dios, Juan Pablo II y su hijo – o Su hija – son iguales.
Porque, incluso, todos ellos tienen vocación al cielo. ¡Tus hijos necesitan llegar al cielo!
Cada uno de ellos. Y eso realizando la propia vocación. ¡Tu vocación es linda!
Ella es sublime. Ella “cuesta” sudor, sangre y lágrimas. Cuesta y va a costar.
Tu vocación es linda y es necesario que vos la asumas.
Mira: ¡Nuestra vocación no es solo algo natural, no!
Vos estas formando hombres y mujeres para Dios, para el cielo. Jesús dijo a Pedro y a Andrés, a Thiago y a Juan: “Venid después, y os haré pescadores de hombres”.
Hermanos, todos nosotros al caminar en este trayecto, somos pescadores de hombres.
Vos, como padre de familia, no sos un “burro de carga” que trabaja, trabaja y trabaja para mantener tu casa y tus hijos.
¡No! No sos eso!!.
Vos no fuiste creado para trabajar como un “burro” – ¡disculpame! – no fue para eso. Gracias a Dios, no lo fue, vos también sos un pescador de hombres.
Vos como madre, como esposa, no existís solo para hacer los trabajos que no son de menor importancia! ¡Vos no sos solo lavandera, una cocinera…No!
Vos sos una pescadora de hombres. ¿Y cómo podes realizar eso?
En tu casa. ¡Y mucho más – mucho más! – donde estás.
El primer lugar es donde vivís y en medio de tus compañeros, amigos y vecinos. En tu lugar de tu trabajo, a tus compañeros de trabajo.
En tu parroquia, es ahí en estos lugares, las almas que Dios de antemano, ya preparó para que vos las fecundes, las prepares y las lleves por el camino de Él, para que estas almas sean de Él.
¡Vos sos pescadora de hombres!
Y digo a los padres: asuman su vocación de padres y esposos. Y asuman también su vocación de pescadores de hombres dentro de su camino, dentro de su llamado.
¡Y digo también a los padres: por el amor de Dios, no impidan la vocación de sus hijos!
Hermanos, por desgracia los padres, por un malentendido, por un cálculo totalmente humano, por una “previsión” humana, quieren establecer – por si mismos – el camino de sus hijos! Ya quieren que su hijo sea “eso” o que la hija sea “aquello”, que haga “esto” estudie, que vaya para “esta” facultad, y después tenga “esta” profesión, y después haga “así” y se case bien con la persona que eliges para él(ella) y que tenga “estas” garantías y tantas otras cosas.
¡Padres y madres, dejen de trabajar la vida de sus hijos!
¡Dejen de desviar a sus hijos del camino!
Porque no los están dirigiendo a la felicidad. Porque es bíblico: Dios ya creo tu hijo – y tu hija – para las buenas obras que, de antemano, Él ya preparo para que ellos practiquen. Y no aquello que vos queres.
No el estudio que vos queres.
No la universidad y la profesión que vos queres, en el lugar que vos queres.
Casarse con la persona que vos quieras por causa de tus intereses, por causa de tu necesidad en dar garantías para tu hijos.
¡No es nada de eso! Sé que vos haces eso por amor. Un amor malentendido.
Un amor, pero sin discernimiento. Y Dios te está diciendo: no impidas que tu hijo siga su vocación.
(Parte de la prédica “Vocación, un asunto importante” del 11 de enero de 1999. Moseñor Jonas Abib).