Es la Palabra que nos despierta para esa realidad - Mes de la Biblia

Por la fe en la Palabra de Dios, somos curados

El tema de hoy es “La sanación por la Palabra”, septiembre es el mes de la Biblia y no es en vano que, a fin de mes, celebremos a San Jerónimo, quien tradujo las Escrituras para nosotros.

Leamos Sabiduría 16,12: “Y no los sanaron las hierbas ni los ungüentos sino tu palabra, Señor, que todo lo cura”

La Palabra de Dios sana todas las cosas. Podríamos decir que San Lucas resume toda la misión de Jesús en dos acciones: Él anunció la Palabra y curó a las personas. Muchas veces, Jesús sanaba mientras predicaba. En todo lugar, Jesús anunciaba la Palabra, que era el remedio para que las sanaciones ocurrieran.

Juan 10,30: “Yo vine para que todos tengan vida”. Es la Palabra que nos despierta para esa realidad. Cuando estamos ante la Palabra de Dios no estamos solamente ante un libro histórico. Todas las veces que la Palabra es proclamada, estás delante de una verdad: delante del Señor Jesús. Como la Carta a los Hebreos 13,8 afirma: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”.

Jesús está verdaderamente presente en la Eucaristía, así como lo está verdaderamente en Su Palabra

En el capítulo 5 del Evangelio de San Mateo, vemos que el evangelista narra como fue el Sermón de la Montaña, en el cual Jesús comienza a enseñar las bienaventuranzas. Ese texto es llamado el corazón del Evangelio de San Mateo. Después, en el capítulo 6, cuenta que Jesús habla de la oración, el ayuno y de las preocupaciones exageradas. En el capítulo 7, Jesús explica que no debemos juzgar a los demás. En el capítulo 8: “Habiendo Jesús predicado en la montaña, una gran multitud lo siguió” vemos que el Señor primero se dedicó a enseñar y, después, a sanar. Por lo tanto, no hay división entre el ministerio de la prédica y el ministerio de sanación.

Con una Palabra Jesús expulsó a los demonios de los poseídos y curó a los enfermos. Una multitud estaba en la casa de Pedro por causa del Señor. ¿Quién está enfermo? ¿Quién tiene alguna enfermedad física, espiritual e interior? ¡Tenga certeza de que Jesús tiene una Palabra que puede curarte a ti también!

¿Qué es la Palabra? O ¿Quién es la Palabra? Cuando hablamos de la Palabra de Dios, nos acordamos de la Biblia, de Jesús. La Palabra es Jesús. Como está escrito en Génesis 1: “En el principio era la Palabra. Todo fue hecho por la Palabra”, porque Dios nos creó por medio de su Palabra, y la Palabra es Jesús.

Me gusta mucho leer el Salmo 138: “Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma”. La Palabra, que creó todas las cosas, es una persona: Nuestro Señor Jesús. Esta Palabra nos tejió en el vientre de nuestra madre. El proceso maravilloso que se da con el espermatozoide y el óvulo es la propia Palabra, es el propio Jesús que forma la criatura. En el Nordeste decimos mucho: “tejer la red”. Así como la mujer que va tejiendo cuidadosamente aquella red, mucho más grande es el amor de Dios, que fue tejiéndonos en el útero de nuestra madre.

¡Somos únicos, somos preciosos! Podemos comenzar un proceso de sanación a partir de esta Palabra: “Dios me fue tejiendo”. Tal vez hayas tenido un padre alcohólico y una madre que no deseó el embarazo. Pero, antes de cualquier trauma y experiencia dolorosa en tu vida, está un acto de amor de Dios por medio de Su Palabra.

¡Aún si hay alguien que no nos ama y no nos ve, Jesús nos ama, nos ve y nos quiere! ¡Ese alguien es Dios!

La Palabra nos creó. Dios no quiso amarnos desde lejos. En Juan está escrito que Dios amó tanto el mundo, que envió a su Hijo para salvarnos y que nos creó para que seamos libres y felices. Dios te creó para ser una persona curada. Esa idea de que “nací para sufrir” no es para nosotros. Cuando Jesús predicaba, sus Apóstoles decían que lo hacía con autoridad.

Cuando entré en el Seminario, mi mayor miedo, que me generaba cierta crisis vocacional, era presidir mi primera Santa Misa debido a mi timidez. Ese sentimiento me impedía imaginar cómo sería mi primera homilía. Pero Dios ya tenía reservada una sanación para mi vida. ¡Qué gran sanación significó mi primera Celebración Eucarística! Y hoy cuanto mayor es la multitud presente más me animo, porque Dios es capaz de sanarnos.

El 17 de Diciembre de 2009, mi hermano no fue a Misa porque mi papá estaba orinando sangre. El doctor José Carlos dijo: “Su papá tiene dos tumores y es algo muy delicado”. Mi papá adelgazó 11 kilos. Y el médico, después de un tiempo, dijo que eran tres tumores. Nadie está preparado para una enfermedad. Aún siendo predicador de la Palabra y ministro de sanación, fui sacudido. Pero, en una mañana, tuve un encuentro con la Palabra al depararme con el Salmo 42,5: ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío”

La Palabra nos revela los designios de Dios

Esa Palabra vino a animarme. Ella cayó en mi corazón. Y andando por la vera de la playa rezando, fui observando aquellos pequeños granos de arena y me acordé de la música del Padre Fabio que dice: “Dios está presente en los pequeños granos de arena”. Y pensé: “Si Dios ve ese pequeño granito, ¿por qué no cuidaría de mi padre?” Entonces, el milagro aconteció y el médico dijo que no sería necesaria la cirugía. ¡El Señor es el Médico de los médicos! Y mi papá fue sanado incluso de la hernia que tenía. Dios tiene el poder de sanar con su Palabra.

La Palabra de Dios viene en nuestro auxilio porque somos débiles. Es la respuesta de Dios para nuestras dificultades.

La Palabra es canal de sanación. San Jerónimo dijo: “Desconocer las Escrituras es desconocer al propio Cristo” Así como aquel día, esa Palabra fue sanación para mi alma, la Palabra de Dios también puede ser sanación para la tuya.

Padre Antonio Furtado

Sacerdote de la Comunidad Shalom

Jueves de Adoración Eucarística en Canción Nueva

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