Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Isaías 64, 3
“Nunca hemos tenido noticia de ello: jamás nadie ha visto ni escuchado que fuera de ti haya un Dios que favorezca así a quien espera en Él”.
Debemos entender el contexto de esta palabra y experimentar cómo se cumple en nuestra vida. Este versículo forma parte de los oráculos escatológicos del Tercer Isaías. Cuando se habla de primer, segundo y tercer Isaías, entendamos que el libro está dividido en tres partes, por la fecha y la época en que fue compuesto. Así pues, este texto es mesiánico, pues se refiere al Mesías tan esperado por el pueblo de Israel y que no fue acogido cuando vino, más o menos cinco siglos después de esta profecía. Es necesario que nos motivemos en este sentido, teniendo en nuestro corazón, en nuestra vida espiritual y en nuestro día a día la certeza de que no hay Dios como nuestro Dios; santo, fuerte, poderoso, grande, fiel. Por eso, en cualquier circunstancia, es a Él a quien tenemos que recurrir. Sea en la alegría o en la tristeza, en la salud o en la dolencia, en las pérdidas, en los problemas familiares, comunitarios, nada ni nadie puede más que nuestro Dios. Ninguna técnica o cosa parecida es superior a Aquel en quien debemos colocar nuestra confianza. ¿Y quién es ese Dios? El Mesías. ¿Quién es el Mesías?
Jesús. Por eso, no debemos preocuparnos con nuestro futuro, si este lo dejamos en las manos del Señor. Por eso no precisamos ir atrás de presagios, astros, adivinos, espiritistas o cualquier otra cosa relacionada con poderes ocultos, pues nuestra confianza está en este Dios presente, Dios con nosotros, Emmanuel, el Todo-Poderoso, Jesús, nuestra salvación y el cumplimiento de esta profecía. Él actúa en la vida de aquellos que confían en Él y esperan en Él. Escuchamos de boca de Isaías: “que tanto hace por aquellos que esperan en Él”. Tenemos la manía de esperar en las personas, en las cosas o en poderosos de este mundo, y casi no esperamos nada de Dios. Sé que la medicina es un don de Dios, como también los remedios, pero confiamos mucho más en la medicina y en los remedios que en Dios. No estoy diciendo que tengamos que abandonar los tratamientos o dejar de tomar remedios, estoy hablando de confianza, de fe, de entrega a Dios. Los médicos fallan, los remedios también pero Jesús es Aquel que hace, que actúa, que es perfecto. Médico de médicos, que nunca falla. Cree en el poder de Jesús, cuando ores, ora con mucha intensidad y con mucha fe, creyendo que Él hace, que Él cura, que Él liberta, que Él convierte, que Él transforma, que Él cambia sentencias de muerte, que Él es el Dios de lo imposible. Así, verás la profecía cumplirse en tu vida.
Mortificación: Durante todo el día de hoy renunciar a la falta de fe y proclamar el nombre de Jesús. Con los labios y con el corazón. Puedes repetir durante el día de hoy: Jesucristo, Hijo del Dios Altísimo, ten piedad de mí.
Oración y clamor: Señor Jesús, Hijo del Dios Altísimo, ten piedad de mí. Perdóname por las veces que confié en mí mismo, que deposité mi confianza y esperanza en personas, en cosas, en los poderosos y sabios de este mundo y dejé de confiar más en Ti. ¿Cuántas veces me he decepcionado? Fueron incontables las veces que las cosas no salieron como yo esperaba. Pero hoy quiero volver a depositar toda mi fe en Ti, en Tu poder, pues sé que el Señor puede realizar todo. Quiero entregarte mi vida, mi Señor y mi Dios, confiarte todo a Ti, depositar a tus pies mis preocupaciones y saber vivir el hoy, pues a cada día le basta su cuidado. No puedo estar sufriendo con lo que va a pasar el año que viene o el mes que viene, quiero vivir con intensidad el ahora, y vivirlo en Tu presencia, alimentando en mi corazón la certeza de que eres Tú quien todo hace en la vida de aquellos que en Ti esperan. Por ser Dios, en tu Omnisciencia, sabes el tiempo correcto, sabes lo que es mejor; en tu Omnipotencia puedes todo en mi vida. Estoy con el corazón abierto y quiero volver a creer, volver a caminar en lo sobrenatural. El mundo material me acabó consumiendo y agotando, minando mi fe, y así dejé de creer en el Señor y pasé a creer en los poderes y en los poderosos de este mundo.
Quiero experimentar el cumplimiento de esta promesa, de esta profecía de Isaías en mi vida. Heme aquí, mi Señor y mi Dios. Quiero orar más, quiero tener más intimidad contigo Señor, quiero permitir que Tú vuelvas a guiarme por el camino de la fe. Gracias, Señor, porque sé que experimentaré cosas extraordinarias. No hay Dios tan grande como Tú, nadie que haga tanto por los que en Él creen y confían como Tú haces. Amén.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).