Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Jeremías 3, 22
“¡Volved hijos apóstatas, que voy a sanar vuestra apostasía! Aquí estamos, volvemos a ti, pues eres el Señor, nuestro Dios”.
Esta profecía de Jeremías está relacionada con las dos hermanas rebeldes que habían abandonado al Señor y cometido adulterio espiritual, es decir, habían abandonado al Dios verdadero y seguido a falsos dioses. Ellos tenían dificultad para creer en un Dios que no veían, que hablaba con los profetas y por eso a veces no conseguían discernir Su voz y acababan adorando a los dioses hechos por mano humana, que tenían ojos y no veían, tenían oídos y no escuchaban; dioses de los paganos. Cuidado, una tentación que ronda nuestro mundo contemporáneo es la de creer solamente en aquello que se puede probar, y por eso muchos han abandonado al Dios verdadero y han seguido a falsos dioses, han abandonado la Palabra que es viva y eficaz y han seguido las palabras de los hombres, sus teorías y tesis. ¿Cuántas veces has leído la Biblia entera? ¿Y cuántos libros de la Biblia ya has leído? Y mira que vamos diciendo que somos de Cristo, que somos de Dios. Nos atiborramos de muchas cosas pero nos alimentamos poco de la Palabra. Este es el motivo de tanta ineficacia, o de predicaciones repetidas y rápidas, que no traen la novedad del Espíritu; a veces hasta son predicaciones con mucho grito, poesía, emocionalismo, pero poco de Dios.
Dios llama a esas dos hermanas, Judá e Israel, es decir, dos reinos (el del norte y el del sur) de rebeldes y promete que sanará su apostasía. A veces nosotros también nos rebelamos por conocer muy poco de Dios y por eso no aceptamos Su voluntad cuando es diferente a la nuestra. Falta de conocimiento, de experiencia. Judá e Israel habían abandonado a Dios porque no lo conocían verdaderamente, pues quien conoce, quien experimenta verdaderamente, no lo abandona jamás. Pero esto está condicionado a la decisión de mantener una relación profunda, diaria y constante de intimidad con Dios y con Su Santa Palabra. Y ahí, hay que tener el coraje y la osadía de proclamar, como Judá e Israel, “volvemos, Tú eres el Señor, nuestro Dios”. Esta proclamación no puede ser de boca para afuera sino que debe ser de corazón y principalmente con una vida en profunda concordancia con el Señor y con lo que profesamos. Que Dios nos ayude.
Mortificación: Doblar las rodillas y en la oración de intimidad, clamar por el don de la fe, y darse cuenta por la dirección del Espíritu, si lo que tienes en la nevera, en el cuarto, en el armario, ipod, ipad, iphone, ordenador, en tus videos, etc demuestra que eres del Señor. Si te das cuenta que no, ten el coraje de decir basta a todo lo que te aleja de Dios.
Oración y clamor: Mi Dios, siempre estoy tentado a abandonar al Dios verdadero por seguir a los falsos dioses. Cuantas veces di demasiado poder al diablo y no coloqué mi fe en el Señor, Dios Fiel y Poderoso, especialmente en las enfermedades, en los problemas, etc. Quiero asumir mis debilidades, mis fallos y renunciar definitivamente a toda idolatría que pueda haber en mi corazón. He vivido muchas cosas por falta de consciencia y otras por no haber alimentado mi fe con la oración y por mi poco contacto con Tu Palabra. He acumulado en mi vida cosas del mundo: vídeos, músicas, contenidos que no me conducen a la fe. Quiero definidamente renunciar a los lugares que frecuenté y a las cosas que viví y que me alejaron de Ti, para vivir solamente de Tu Palabra y por la fe. Quiero declarar con toda la fuerza de mi corazón, que Tú eres el Señor, el Dios de mi vida, de mi historia, de mi familia. Quiero configurar mi vida según Tu voluntad. Gracias por la oportunidad que me estás dando de volver a tus brazos, de volver a tus cuidados. Te pido Espíritu Santo que inspirado por Ti pueda proclamar que Jesús es Señor y Salvador. Reina en mi vida, asume tu Trono de gobierno y Señorío en mi vida. Te doy mi libertad y quiero obedecerte en todo. Renuncio a la rebeldía que es herencia de mis primeros padres, Adán y Eva, y asumo la obediencia a Jesús y a María. Gracias mi Señor y mi Dios. Amén.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).