Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Ezequiel 37, 12
Por eso profetiza y diles: “Así dice el Señor Dios: Oh pueblo mío, voy a abrir vuestras sepulturas. Os haré salir de vuestras sepulturas y os conduciré a la tierra de Israel”.
Queridos, entendamos el contexto de este pueblo que recibe esta profecía: estaban exiliados, sin esperanza, lejos de su tierra y del Templo; totalmente sin esperanza, eran como zombis, muertos vivientes. Y Dios les hace esa gran promesa: Os haré salir de vuestras sepulturas y os conduciré a la tierra de Israel. Creo que después de dieciocho días de devocionario, debes haber empezado a experimentar en tu vida un poco de aquello que esta profecía hizo suceder en medio de aquel pueblo sin esperanza. Creo que se está cumpliendo en mi vida y en la tuya, el Señor está abriendo nuestras sepulturas y no está mandando salir para conducirnos al cumplimiento de Su promesa. ¿Cuántos de nosotros nos hemos dado cuenta con esta profecía de que estábamos como muertos vivientes?
Vivíamos como zombis, andando de un lado para otro, pero sin vida, y contagiábamos muerte a aquellos con los que entrabamos en contacto, viviendo una fe tibia, muerta, sin sentido y sin objetivo. Cuántos de nosotros habíamos perdido el foco, la visión; vivíamos a tientas, y hoy nos estamos dando cuenta de que debemos retomar la vida espiritual y la visión. Estábamos cansados, adormecidos, desanimados, pues no veíamos cumplirse la promesa, pues nos habíamos entregado al ritmo frenético de este mundo, y habíamos perdido la capacidad de esperar en el tiempo de Dios. Las cosas de Dios suceden en el tiempo de Dios, en la hora que Él determina, no en la nuestra. Si fuese por mí ya habría tomado una determinación, pero las cosas ocurren en el tiempo de Dios.
Lo que es verdad es que Él ya está forjando nuestro carácter profético, Él quiere marcar nuestra generación. Yo creo y espero, veremos en nuestra generación un derramamiento tan abundante del Espíritu como nunca antes se vio ni experimentó. Por eso, deja a Dios que abra la sepultura donde vives medio muerto, permítele que te resucite, que Él resucite los sueños que Él soñó para ti y para Brasil, que sea resucitada la expectativa del avivamiento en nuestra vida. Gloria a Dios, pues puedo ver muertos resucitando por el poder de la profecía. Aleluya.
Mortificación: En un momento de intimidad con Dios, renuncia a todo espíritu de muerte, asumiendo la vida que el Señor vino a darte. Ve hasta un hermano desanimado en la fe y reanímalo profetizando de vida sobre su vida y cree en el poder de esta profecía que hará resucitar en tu hermano la fe.
Oración y clamor: Mi Dios, ni me había dado cuenta de cuanto mi vida espiritual estaba muriendo y principalmente estaba muriendo la capacidad de creer en Tus sueños y en Tus promesas, estaba muriendo en mi fe la expectativa del avivamiento que el Señor prometió para Brasil. Ha sido por tantas cosas: persecuciones, incomprensiones, cansancio, confusión, etc. Y también porque no supe esperar Tu tiempo, reconozco que quise ajustar Tu tiempo al mío. Olvidé muchas veces que fue en la paciencia que el Señor forjó el carácter de muchos profetas. Gracias por darme una nueva oportunidad y por esa palabra de resurrección que dirigida a mi vida y a mi espiritualidad.
Vuelvo a creer, vuelvo a vivir aquello que tienes para mí, reasumo la promesa y la profecía para mi vida. Gracias por Tu inmensa paciencia conmigo, gracias por no haber desistido de mí cuando yo desistí de Ti y de Tu promesa. Cuando dudé, el Tú continuaste sustentando la promesa y hoy me estás reanimando de nuevo. Dame la gracia, Señor, de ir a los desanimados, a los que se hallan como “zombis” en la fe, y que esa palabra que diste a Ezequiel, sea un instrumento usado por mí para llevar la resurrección a los que han desistido, para que sean despertados por el poder de tu Espíritu Santo. Quiero vivir de la fe, quiero vivir por la fe, quiero ser esa persona resucitada por tu Espíritu Santo. Haz que en mi vida y en mi fe suceda esa obra de resurrección. Que así sea. Amén.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).