Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Joel 2, 12
“Pues ahora, entonces – oráculo del Señor – volved a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos”
La palabra volver indica la gran invitación que el Señor hacía a aquel pueblo para que dejasen la vida anterior y viviesen una vida nueva. Eso suponía que debían hacer un camino de conversión, de cambio radical de vida, de experiencia de la misericordia, de una nueva oportunidad, de una experiencia profunda con Dios que llamaba a Israel al camino de felicidad, a las cosas que no pasan. Y lo que llama la atención es la penitencia, las lágrimas de arrepentimiento y el pedido de perdón, golpeándose en el pecho y reconociéndose pecadores. Esto es siempre actual en nuestro caminar en la fe y necesario principalmente en el camino de alguien que desea el cielo, pues en muchos momentos nos desviamos del camino de Dios, y lo más bello es ver cómo Él no se desvía del nuestro, y que siempre está haciéndonos la propuesta de retomar, de retornar, de una vida nueva.
La llamada a Israel viene por el anuncio del día del Señor, del día de Dios. Nosotros, que estamos en el siglo XXI, contemplamos las señales de que se aproxima este grandioso y temible día, día en que el Señor vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos, y dentro de esta expectativa, necesitamos ser cada vez más conscientes de la necesidad que tenemos de conversión, de cambio de vida, de ser mejores personas para Dios y para los hermanos, por ellos y en vista de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. El numero 670 el Catecismo dice: “Después de la ascensión, el designio de Dios entró en la consumación. Estamos ya en la ‘última hora’ (1 Jn 2, 18)”. Por eso, no tengamos miedo de dar los pasos que deben ser dados, permitamos que el Espíritu Santo nos dé luz para ver los pasos que debemos dar en la dirección del Señor y de Su santa voluntad.
Nunca nos olvidemos de que necesitamos perder para ganar, dejar para conquistar, teniendo la apertura del corazón para que el Señor trabaje poderosamente en nuestra vida. Depende más de nosotros que de Dios, nunca te olvides de eso, pues Él siempre está dispuesto a hacer renovarnos y a darnos la posibilidad de vivir bajo la conducción y dirección del Espíritu. Permitamos que la doctrina de la Iglesia nos motive a dar los pasos que la profecía de Joel nos propone, pues en el número 673 del Catecismo dice: “A partir de la ascensión, la venida de Cristo en la gloria es inminente, incluso aunque no nos ‘pertenezca saber el tiempo o los momentos que el Padre determinó con su autoridad’ (Hch 1 , 7). Esta venida escatológica puede realizarse en cualquier momento, aunque tal acontecimiento y la prueba final que la ha de preceder estén “retenidos” en las manos de Dios”. Que la santidad de nuestra vida inste al Señor, pues Él vendrá pronto; estemos vigilantes, preparados, pues en cualquier momento Jesús puede volver, y así, si Él viene en nuestra generación, estaremos listos para ser llevados con Él.
Mortificación: Obedecer hoy la profecía de Joel: volver de todo corazón a Dios con ayunos, lágrimas y golpeándonos el pecho como signo de arrepentimiento de nuestros pecados. Haz un examen profundo de conciencia, coloca tu vida ante la cruz del Señor y de Su santa Palabra.
Oración y clamor: Creo Señor Jesús que se aproxima el gran día de Tu retorno glorioso y definitivo. Reconozco que las señales son claras y evidentes, y quiero amarte más con mi vida y con mis actos, por eso necesito dar pasos concretos de conversión, especialmente dar los pasos que Joel trajo en esta profecía que es tan actual; pues todos los días necesito conversión. Reconozco que no estoy listo, que no estoy preparado, pero en el fondo de mi corazón, quiero vivir todo aquello que Tú tienes para mí. Que Tu Espíritu Santo me lleve siempre a esa bella conciencia de Tu venida y me ilumine cómo debo vivir santamente. Ayúdame Señor, dame un corazón y un espíritu contrito. Dame la disposición de tener una actitud de penitencia. Quebranta mi duro corazón y si hasta ahora el pecado era algo natural en mi vida, si ya había pasado a ser una costumbre y se encontraba enraizado en mí, transfórmame, mi Dios y mi Todo.
No permitas que me acostumbre con la vida de pecado, aléjame de mi comodidad, pon en mi un deseo de santidad. Sé que en esta sincera decisión de conversión me dolerá dejar muchas cosas, pero estoy dispuesto; sé que va a ser un gran desafío renunciar a ciertas situaciones que me dan confort y placer, pero aun así estoy dispuesto. No quiero tener otro bien más allá de Ti, Señor, que Tú seas primero en mi vida, que Tus mandamientos sean las delicias de mi corazón, que Tu presencia me envuelva y me haga ser mejor, más santo y fiel. Arráncame del peligro de la condenación y si me desvié, entrego en Tus manos la dirección de mi vida, pues necesito andar en el camino correcto, vivir lo que es correcto, y adorarte con todo mi ser. Purifica mis pensamientos, mis sentimientos, mis gustos, mi querer. No quiero ser el mismo, quiero ser enteramente de Dios, quiero hacer Tu voluntad. Cámbiame Señor. Santifícame. Maranatá, ven Señor Jesús. Heme aquí, soy todo Tuyo. Amén.
¡Aleluya!
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).