Devocional: Profecía del Avivamiento 28º dia

cancaonovaComenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.

Palabra: Zacarías 4, 6b

“No será con el poder ni con la fuerza sino con Mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos”.

Necesitamos tener consciencia de lo que Dios nos quiere transmitir mediante esta profecía de Zacarías a Zorobabel. Nos muestra que aquel que camina en la presencia del Señor Dios debe colocar toda su confianza en Él. El salmo 19 nos enseña la confianza total en Dios: “unos confían en los carros, otros en la caballería, pero nuestra confianza está en el Señor”. Todo lo que conquistemos debe estar inspirado por esta palabra. No es con la fuerza humana, no es con los poderes del mundo, no es con las alianzas con los poderosos de este mundo, no es con las fuerzas ocultas, sino con el poder del Espíritu Santo, es a Él a quien tenemos que recurrir y confiar nuestra vida y todo lo que vivimos.

Él es el respirar de la Iglesia, Él es el que da alma a nuestra evangelización, Él es el Espíritu que da vida, y no tengo duda de que es Él quien establece y conquista la victoria para nosotros. Él es el dedo de Dios, Aquel que produce, que realiza el milagro, la sanación, la liberación, que nos lleva a la consciencia de la salvación. El Espíritu Santo nos fortalece para poder vencer el pecado, Él nos ayuda a decir no a las propuestas del mundo, nos fortalece para vencer nuestras tendencias pecaminosas, está con nosotros en todos los momentos que vivimos (los felices y los tristes, los de salud y los de enfermedad, en los días de tribulación y en los días de calma), es a Él a quien tenemos que recurrir y confiar.

Él es el consolador, el remedio, la dínamo que necesitamos para seguir al frente y no detenernos por el camino. Nos ayuda a tener una visión positiva y de esperanza en medio de tanto sufrimiento y desamor. El Espíritu Santo no nos deja desistir, desanimarnos, volver atrás. Debemos tener una relación de amistad con Él, sabiendo que Él es una persona, debemos conversar con Él, abrir nuestro corazón, hablar de nuestras debilidades y de nuestros sufrimientos, hablar de nuestros problemas y dificultades. Compartir con Él nuestros sueños y deseos, dejarle espacio para que Él actúe en nuestra vida.

El Espíritu Santo quiere ser nuestro amigo y hacer parte de nuestra vida diaria. Tenemos que adorarlo con la máxima intensidad posible, de corazón, amarlo con todo lo que tenemos y somos. Coloquemos al Espíritu Santo al frente de todas las cosas en nuestra vida, y tengo la certeza de que veremos grandes resultados, pues nos conducirá a la voluntad del Padre y nos enseñará todas las cosas. Hablará por nosotros, nos utilizará como obras de Sus manos. Cree en la fuerza de esta profecía: “No será con la fuerza ni con el poder sino con Mi Espíritu”.

Mortificación: Clamar el poder y la acción del Espíritu Santo para todo aquello que hagas en el día de hoy. Cultiva la amistad y la intimidad con el Espíritu de Dios.

Oración y clamor: Señor Dios de los ejércitos, lo que más deseo es hacer Tu santa voluntad y por la fuerza de la profecía de Zacarías acepto todo lo que quieras realizar en mí, en mi vida. Confieso que soy muy débil y susceptible a la tentación, pero tengo una gran certeza de fe: dependo de Tu Espíritu y Él es capaz de hacerme caminar en victoria. Sé que el Espíritu Santo es capaz de hacerme vencer el pecado, de fortalecerme ante mis debilidades, de inmunizarme ante aquello que el mundo ofrece. Ven sobre mí, Espíritu de Dios, hazme amar más a Dios, a la Palabra, a la Eucaristía, a la Virgen María, a la Iglesia, a los hermanos. Quiero seguir Tu inspiración y hacer Tu voluntad, sabiendo que esta voluntad es certeza de felicidad.

Que todo aquello que necesite vivir, tenga esta marca, la del poder del Espíritu Santo: en mi familia, en mi ministerio, en mis relaciones, en mi trabajo, en todo lo que haga. Quiero vivir y caminar con la gracia de Tu Espíritu y no por la fuerza. Necesito ser conducido por Ti, Espíritu Santo de Dios, necesito de tus dones avivados en mí, quiero abrirme a los carismas – al don de lenguas, de interpretación de lenguas, a la profecía, a la palabra de conocimiento, a la palabras de sabiduría, al discernimiento de los espíritus, al de una fe expectante, del milagro, de la sanación, del amor, que todos estos carismas se manifiesten en mi vida. Los que son para la edificación personal, que provoquen ese efecto en mi vida, los que son para el servicio de los hermanos, que yo sea usado por ellos. Confieso que tengo necesidad de Tus frutos en mi vida, Espíritu Santo, pues quiero ser santo.

Tú, que eres santificador, santifícame, modélame, haz que sea aquello que el Padre quiere. Me someto a Ti, a Tu dirección y voluntad. Te adoro, Espíritu de Dios, te alabo, te exalto, te glorifico. Quiero crecer en intimidad contigo, quiero ser un hombre nuevo, quiero experimentar esta acción relatada en la profecía. Sé que no es por la fuerza ni por el poder, sino por Tu Santa presencia. Consuélame, transfórmame, renuévame, úngeme, modélame, purifícame, úsame. Abierto a ti, Espíritu Santo, viviendo en comunión contigo, jamás seré el mismo. Amén. Aleluya. Gloria a Dios.

(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).

Traducción al portugués

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