Devocional: Profecía del Avivamiento 36º dia

cancaonovaComenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que rel lnueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.

Palabra: Romanos 8, 37

“Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó”.

Cuando miramos nuestras dificultades, luchas y desafíos; lo que ha ocurrido en nuestra familias, en nuestra comunidad, en nuestro día a día, sean los problemas que sean, necesitamos entender que ya existe una victoria conquistada y un Vencedor. Cuando nos ponemos del lado de este Vencedor y seguimos sus pasos, podemos asumir que somos más que vencedores. Esto parece una locura, pero es visión espiritual, sabiendo la herencia que Jesús conquistó para nosotros.

Aquellos que se queden del lado del enemigo, viviendo mal las cosas de este mundo, al final, desgraciadamente experimentarán la derrota, pero los que perseveren en el seguimiento de Jesús, contemplarán la victoria en el día final. Aunque vivan persecuciones y sufrimientos, la victoria está garantizada. ¿Qué debemos hacer? Seguir a Jesucristo y, si fuera preciso subir a la cruz con Él, subiremos, pero teniendo en el corazón la certeza de la victoria. Necesitamos vivir una vida espiritual victoriosa, marcada por la fidelidad y la disciplina, pues sin disciplina no hay santidad, no hay victoria. Sin disciplina y determinación no hay conquista. Lo más importante es saber que Jesús ya es el Vencedor, y esta victoria fue conquistada por el poder de la Sangre de Jesús, de Su muerte en la cruz y de Su resurrección.

Cuando pasemos por luchas, persecuciones, pruebas, enfermedades, decepciones, tentaciones, momentos de oscuridad, pérdidas, angustias, etc., tenemos que recordar que nuestro Dios es vencedor y como Él, también somos más que vencedores, que Su amor por nosotros es amor de victoria. En la cruz Él nos salvó, nos liberó del pecado y tenemos que estar de su lado, vivir para el Señor Jesús y caminar en victoria. Muchas veces somos llevados a vivir en los sufrimientos del tiempo presente, aun así, necesitamos declarar que Jesús es nuestro Dios y Señor, y aún con aparente derrota, asumimos la victoria de Aquel que pagó un alto precio para que caminemos en victoria. Amén. Aleluya.

Mortificación: Durante todo este día renuncia a toda derrota y proclama la victoria del Señor sobre todas las realidades de tu vida.

Oración y clamor: Señor, qué gratificante es mirarte y contemplar la victoria que ya conquistaste en la cruz para mí y para toda la humanidad. La mayor de ellas fue la victoria sobre la muerte y la conquista del cielo. Quiero asumir esta victoria y caminar de aquí para adelante como un vencedor. No me permitas olvidar en ningún momento esta gran conquista y este futuro que tienes reservado para mí. En las persecuciones, tribulaciones, tentaciones, enfermedades, dolores, pérdidas, en los desafíos del día a día, en los problemas familiares, comunitarios, en mi caminar en la fe, en las tentaciones del demonio, quiero tener siempre presente que Tu eres el Vencedor y contigo yo también soy más que vencedor.

Renuncio a toda tendencia que tengo de apegarme a las derrotas y a los fracasos y quiero asumir con toda mi alma que soy más que vencedor. Asumo el poder de Tu Sangre redentora y quiero utilizarla como arma poderosa contra el enemigo y todo aquello que viene de él. Sé que hay poder de victoria en Tu Sangre; que Ella me cure, me purifique, me libere, tenga una acción poderosa sobre mi mente y mi vida.

Que esta Sangre redentora cure las heridas de mi pasado, los traumas que aún tengo en mi interior y el sentimiento de inferioridad que me hace caminar como un derrotado; que alcance las tendencias negativas que actúan con fuerza en mí. Quiero experimentar Tu victoria en mis afectos, en mi sexualidad, en mi familia, en mi vida financiera y en todo lo que vivo y experimento. De hoy en adelante camino como un vencedor. Te pido la gracia de la perseverancia y de la disciplina, para que verdaderamente viva una vida espiritual victoriosa y a partir de ahora cuando aparezcan los desafíos proclame con toda fe: En Jesús soy más que vencedor.

Confirma con el poder de Tu Espíritu Santo esta gran gracia en mi vida, que Él me ayude a acordarme siempre de que el Señor ha conquistado la victoria para mí. Que toda tristeza sea eliminada de mi vida pues quiero asumir la alegría de la victoria hoy y siempre. Amém. ¡Aleluya!

(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).

Traducción al portugués

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