Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Efesios 1, 11-12
“En Cristo, según el designio de Dios que todo lo hace de acuerdo con los planes de su libre decisión, hemos sido constituidos herederos y predestinados a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria”.
No existe nadie mejor en quien podamos depositar nuestra esperanza sino en Cristo Jesús. Vemos en Él el cumplimiento de la promesa de salvación, de redención, de la manifestación del amor del Padre. Una promesa que nos ha alcanzado de lleno con todo poder y autoridad. Somos Sus herederos y no existe nada que se compare a la gracia de la salvación del cielo, que nos ha sido conquistada por Jesús; Él venció la muerte y conquistó para Sus herederos la vida eterna.
Para heredar esta gran gracia, precisamos tener nuestro nombre inscrito en el “inventario” de Jesús, con ese documento, tendremos derecho a toda herencia que proviene de Él. ¿Y qué es este “inventario” sino nuestra fidelidad a la Palabra, cómo recibir la herencia sin leer los testamentos, el Antiguo y el Nuevo? Si no los leemos, no sabremos todo aquello a lo que tenemos derecho y que está reservado para los que aman a Dios. Esto compromete nuestra decisión de seguir a Jesús, de permanecer en Dios, de andar en el camino correcto.
Necesitamos caminar en la bendición, escoger lo cierto, optar por caminar en la gracia de Dios. El sacramento de la Confesión necesita formar parte de nuestra vida espiritual, necesitamos estar al día con Dios y colocar la Palabra de Dios en nuestro menú diario, siempre abriendo el corazón para la acción del Espíritu Santo de Dios. Necesitamos ser formados por la Palabra, pues ella nos fortalecerá y moldeará nuestra mente y nuestro corazón en la verdad y en la esperanza que nos va a impulsar para poder enfrentar todos los desafíos con la cabeza erguida y con la consciencia de que lo mejor de Dios está por venir.
No tengamos miedo o recelo de colocar nuestra esperanza en Cristo, Él no decepciona, siempre hace lo mejor, incluso aunque no lo entendamos o que no nos guste. Él sí que es un amigo fiel, presente en todo momento, a veces no lo vemos, pero Él siempre está de nuestro lado. Es como el oxígeno, no lo vemos pero él está ahí, y no sobreviviremos sin él; el Señor está con nosotros, no Lo vemos pero no sobrevivimos sin Él. Existe una predestinación sobre nuestra vida, en verdad, es la única que pesa sobre nosotros, es decir, somos predestinados a la salvación.
Que coloquemos nuestra confianza y esperanza en Jesús, que Él esté siempre en primer lugar en nuestra vida, que sea la prioridad en todo. Muchas veces no experimentamos la herencia y el cumplimiento de la promesa porque lo colocamos en segundo, tercer, cuarto lugar en nuestra vida. Que seamos verdaderamente aquellos que fueron creados para la alabanza de la gloria de Dios, los primeros en poner la esperanza en Cristo.
Mortificación: Coloca tu vida en orden respecto al seguimiento de Cristo. En el caso de que él aun no sea el primero en tu vida, colócalo a partir de ahora en el primer lugar. Prioriza la Santa Misa, prioriza la Confesión, prioriza la Palabra en tu día a día, prioriza la oración. De esta manera la esperanza va a crecer en tu corazón.
Oración y clamor: Jesús, mi Señor, Salvador, Redentor, Amado de mi alma, mi Todo, quiero afirmar con toda la intensidad de mi corazón en plena consciencia que Tu eres mi esperanza. Al afirmar esto, estoy asumiendo que no espero en los hombres, que no espero en los poderosos, no espero en la tecnología, no espero en la sabiduría humana, sino que espero totalmente en Ti. Sé que las personas, los que gobiernan, la tecnología, la sabiduría humana tiene valor por sí mismo, sin embargo, mi esperanza está depositada en Ti.
Soy consciente de la certeza de Tu presencia y de Tu cuidado. Incluso aunque no realices mi voluntad y mis deseos, quiero reafirmar que mi esperanza no está en lo que puedes hacer por mí, sino en quien Tú eres: el Dios de mi vida. Quiero colocarte en primer lugar en todo, quiero priorizar mi relación contigo, mi Señor, y que todas las otras cosas se queden en segundo plano. ¡Cuantas fueron las veces que dejé de buscarte porque coloqué personas y otras cosas en primer lugar en mi vida! Voy a seguirte, caminar en la acera correcta, en la verdad, en el amor, en Tu Palabra, pues quiero asumir la herencia que tengo derecho, es decir, la salvación, la vida eterna. Estoy predestinado para el cielo.
Que Tu Palabra sea mi alimento diario, que la Eucaristía sea prioridad en mi vida y que busque estar cada día más en comunión Contigo, mi Señor y mi Dios, liberándome siempre del pecado, mediante el sacramento de la Confesión. No permitas que nadie me robe la esperanza, que Tu Espíritu Santo me mantenga y me sustente siempre, para que esperando en Ti, mi vida sea para la alabanza de Tu gloria. Deseo del fondo de mi corazón experimentar el peso de Tu gloria en mi vida, que el Espíritu Santo haga esto suceder. Ven Espíritu Santo, tócame con la gloria que está reservada para mí. Ven Espíritu Santo, necesito de Ti, trae avivamiento, haz que la esperanza en Cristo crezca y se vuelva una gran señal de Tu presencia en mi vida. Amén. Aleluya.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).