Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Efesios 5, 14
“Porque todo lo que se pone de manifiesto es claro como la luz. Por eso se dice: Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará”.
Jesús es la luz, Él mismo dijo: “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. Siendo luz, al tener contacto con Él, somos iluminados, los rincones de nuestra vida que están oscuros se volverán claros al encontrarte con Jesús. El Señor quiere alcanzar todas las áreas de nuestra vida: mente, corazón, sentidos, emociones, sexualidad, afectividad, todo nuestro ser. Generalmente dormimos por la noche, de madrugada, y cuando amanece, es decir, cuando clarea, nos despertamos del sueño para vivir un nuevo día de trabajo y actividades. Es hora de despertarnos, siendo iluminados por Cristo, estamos llamados a iluminar.
Seamos conscientes del gran llamado que Jesús nos hace: “Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo”. El tiempo urge, el juicio final se aproxima, tenemos poco tiempo para evangelizar y necesitamos despertar para vivir en la voluntad del Señor y para iluminar a las personas con la luz de Cristo. Y ¿cómo iluminar este mundo? ¿Cómo irradiar la luz de Cristo? Con la Palabra, es decir, la Buena Nueva del Evangelio y con nuestro testimonio cristiano, testimoniando que pertenecemos a Cristo. Despertar, para no perder tiempo, para aprovechar cada oportunidad para iluminar, para testimoniar a Cristo, para evangelizar.
Pablo habla a los Efesios, “levántate de entre los muertos”, es decir, pide que resuciten de un sueño de muerte, un sueño que les impedía testimoniar, evangelizar, mostrar con la propia vida en quien han colocado su confianza. Lo más importante es comprender que no tenemos luz propia, a pesar de que existen muchas “estrellas” en nuestro medio que piensan que la luz viene de ellas mismas, en verdad, tenemos que entender que la luz viene de Cristo. Él es el Sol y yo sólo soy el reflejo. Por eso, no se trata de presentarnos a nosotros mismos, no se trata de nuestras cualidades o de nuestros dones personales, no funcionan los discursos melosos y llenos de psicologismo y poesía, lo que funciona es la unción que viene del Ungido, de Cristo.
Siendo conscientes de esto, necesitamos mostrar a Jesucristo al mundo. Quiero despertarte, hermano mío, permite que Cristo te ilumine, ilumine tus pasos, tu camino, y haga de ti un lucero allí donde estés: en tu casa, en tu trabajo, en la Iglesia, en tu movimiento, en la sociedad y donde el Espíritu de Dios te lleve. Levántate profeta de entre los muertos, para profetizar, despierta, renuncia al letargo, al abatimiento, al desánimo, lleva a Cristo, presenta Su amor, Su misericordia, Su paz, la salvación, el cielo. Tú y yo estamos llamados a dar testimonio de Cristo y no podemos perder tiempo, pues tenemos poco tiempo. Ya es hora de despertar, adelante profetas, adelante intercesores, adelante testimonios de Jesucristo, reconquistemos los espacios que fueron conquistados por el enemigo, tengamos el coraje de ir a los perdidos, a los que están en el reino de las tinieblas y presentémosles el reino de la luz, el Reino de Cristo. Amén.
Mortificación: Pedir a Dios que ilumine los lugares de nuestra vida que aún estén inmersos en tinieblas: tal vez los pensamientos, los sentimientos, los afectos, el temperamento, la sexualidad, las relaciones, etc.
Oración y clamor: Señor, mi amigo, hoy quiero ser iluminado por Tu luz y que toda tiniebla sea disipada de mi vida. Quiero someterme a esta luz, que eres Tú, Jesús. Coloco mis sentimientos que muchas veces están atormentados por las tinieblas, presento mis afectos, mis deseos, mi voluntad, mis pensamientos, mi temperamento, pidiendo que Tu luz pueda iluminar todo lo que esté aun embriagado por las tinieblas. Disipa toda oscuridad de mi vida, quiero ver brillar en mí Tu luz. Siendo iluminado por Ti, quiero ser lucero, quiero ser farol que apunta para Ti.
No quiero gloria humana, no quiero fama, quiero simplemente realizar Tu voluntad y ser canal de Tu gracia. Despiértame Señor del sueño en el que muchas veces me encuentro, sin entender las señales del tiempo. Percibo que el tiempo urge, y que aquello que Pablo dijo es real, queda poco tiempo. Quiero ser cada vez más consciente de lo que soy: sal de la tierra y luz del mundo. Ilumina cada día más mi visión para que pueda percibir claramente dónde el Señor me quiere enviar, que vea las personas a las que quiere que anuncie la Buena Nueva y las ilumine con Tu luz. Llévame a los perdidos, despiértame para que vaya a los cautivos, indícame el camino que debo seguir, úsame Señor Jesús.
Te pido una gracia especial: resucítame, levántame de entre los muertos, si la profecía estaba muriendo en mí, quiero retomarla, haz suceder este gran milagro en mi vida. Despiértame del sueño de la muerte, de la muerte espiritual, de la muerte de Tus sueños para mi vida, de la muerte de la fe expectante, de la muerte de mi espiritualidad, de mi ser avivado. Resucítame Señor, despiértame para la alegría del Evangelio, para el ardor misionero, para la santa locura de seguirte a Ti. ¡Ilumíname, Señor, úsame, Señor, transfórmame, Señor, despiértame, Señor! Gracias mi Dios, a Ti la honra, la gloria, la alabanza y toda adoración. Amén. Aleluya.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).