Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Filipenses 2, 10-11
“Para que al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame: «Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.
Nadie puede decir que Jesús es el Señor si no es por el Espíritu Santo. Precisamente porque no se trata simplemente de una palabra lanzada al viento, sino que habla de vida, de comportamiento, de experiencia. No dudes que en el nombre de Jesús hay poder, hay fuerza, hay unción, hay gloria. Necesitamos tener bien claro que no es un nombre mágico, sino que es el nombre que está por encima de todo nombre. Él hace la diferencia y ejerce todo el poder en la vida de aquellos que viven para Cristo y saben de la fuerza que hay en este nombre, que creen y esperan en Él.
Acordémonos de que el nombre de Dios era impronunciable para el pueblo de Israel. Dios dijo a Moisés en la zarza ardiente: “Yo soy el que soy”. Y el nombre impronunciable de Dios era un tetragrama: YHWH. Ellos tenían un respeto muy grande al nombre de Dios, pues era tan sagrado que no podían pronunciar, pues no resistirían, morirían al decir el nombre de Dios. Comenzaron a llamarle Adonai, que significa “mi Señor”. Hoy las cosas han perdido mucho el sentido, y en muchas ocasiones usamos el nombre de Jesús en vano, en bromas, o incluso hemos adquirido como un tick carismático, pues en todo decimos: “en nombre de Jesús”.
No nos olvidemos del segundo mandamiento: “no tomar el Santo nombre de Dios en vano”. Dios se nos aproximó, montó su tienda en medio de nosotros, se volvió accesible, visible y nos reveló su nombre poderoso: Jesús. Como leemos en esta cita de Pablo a los Filipenses, es el nombre bajo el cual toda rodilla debe doblarse en el cielo, en la tierra y en los abismos. Esto demuestra la sacralidad de este nombre, el respeto; es el nombre de Dios, del Dios que se encarnó. Hay poder en el nombre de Jesús. Hagamos memoria de aquel hecho grandioso, cuando Pedro y Juan fueron a rezar al Templo y en la puerta Formosa encontraron a aquel hombre lisiado de nacimiento pidiendo limosna, narrado en el capítulo tres de los Hechos de los Apóstoles, y cuando les pidió limosna, Pedro le miró a los ojos y le dijo: “No tengo ni oro ni plata, pero lo que tengo te doy: en nombre de Jesús, levántate y anda”.
En ese mismo momento el hombre saltó sobre sus pies y entró en el Templo saltando y alabando a Dios. Mira el poder que hay en este nombre; pero es necesario creer, vivir de acuerdo a nuestra fe, tener la vida totalmente en el Señor. Vuelvo a afirmar que el nombre de Jesús no es un nombre mágico, sino un nombre Santo, Fuerte, Poderoso. Necesitamos confesar con los labios que Jesucristo es el Señor, y que esta confesión provoque en nuestra vida una gran transformación, es decir, que nuestra vida se adecue conforme al nombre confesado.
Mortificación: Considerar el poder que hay en el nombre de Jesús, pidiendo al Espíritu Santo que te ayude a adecuar tu vida a lo que proclamas y asumes???
Oración y clamor: Señor Jesús, hoy quiero pedir que el Espíritu Santo me posea, me alcance y me lleve a declarar que Tú eres el Señor de mi vida. Estando lleno del Espíritu Santo, proclamar lo que dice esta cita me llevará a dar sentido a lo que quiero asumir para mi vida. Jesús, declarar que Tu eres el Señor, es afirmar que tienes todo el poder y la autoridad sobre mi vida, en todo lo que haga y viva. Esto es exactamente lo que quiero experimentar, Tu dominio, Tu autoridad, Tu poder, para que mi vida esté totalmente marcada por esta declaración.
Estoy entregando en tus manos el dominio de mi vida, de mi historia, de mis voluntades y de todo aquello que soy y tengo. Esto me lleva también, Señor, a tener Tu Palabra como palabra de orden, y a obedecerla estrictamente. Que Tu Espíritu Santo me lleve a experimentar todas las gracias espirituales contenidas en Tu nombre y en la confesión de Tu eres el Señor. Dame el coraje de usar Tu nombre como una gran arma espiritual contra el maligno, que sepa usar el poder y la autoridad de Tu nombre para vencer al diablo y neutralizar la acción del mal en mi vida, en mi familia, en mi ministerio.
Que también en Tu nombre, Jesús, enfrente los desafíos, ore por la sanación y por los milagros y conquiste siempre la victoria. Desde el fondo de mi corazón, Señor, quiero hacer todo para la gloria de Dios Padre y para Su alabanza. Jesucristo es el Señor, es mi Señor, mi Salvador, mi Redentor, mi victoria. A todo esto me abro y me someto, en el nombre poderoso de Jesús. Hay poder en el nombre de Jesús. Amén. Aleluya.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).