Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto esperado.
Palabra: Génesis 30, 1
“Cuando Raquel vio que no podía darle hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y dijo a Jacob: Dame hijos, porque si no, me muero”
Era humillante para Raquel no poderle dar hijos a Jacob. Se sentía humillada, pues para el pueblo hebreo los hijos eran la mayor señal de bendición de Dios y ser estéril era un gran drama. Lía ya le había dado hijos a Jacob y Raquel no podía, siendo ese el mayor deseo que tenía en el corazón. Dios la bendijo con José y Benjamín. Ese deseo de generar hijos debe provocar a nuestro corazón, pues creo que hoy el Señor nos pide a los que estamos en el caminar espiritual, lo mismo que Raquel pedía a Jacob: dame hijos. Parece una contradicción lo que estoy diciendo en relación al Señor, pues Él es el creador y todos los hombres en Cristo son hijos en el Hijo. Pero los hijos que Dios desea, son hombres y mujeres evangelizados, que le teman y le sigan, que vivan su vida en gracia, cumpliendo los mandamientos y la Palabra.
Necesitamos dejar que el Espíritu Santo despierte en nosotros la pasión por las almas, por los hijos e hijas de Dios; necesitamos una disposición y un ardor por la evangelización. El Papa Francisco nos ha convocado para experimentar la “Alegría del Evangelio”, la alegría de la evangelización. Hay muchos cristianos dentro de nuestras iglesias con cara de funeral, disgustados, tristes, pues están acomodados. No tienen pasión por las almas y son espiritualmente estériles cuando no obstáculos para la evangelización. Dame hijos, dice el Señor. Salgamos de nuestra comodidad, tengamos el coraje de salir por las calles detrás de los hijos e hijas perdidos, magullados, heridos por el peso de este mundo. Mi Dios, cuántos grupos estériles, cuántos movimientos estériles, acomodados con aquellos que están dentro de la Iglesia, viviendo apenas una pastoral de mantenimiento. Acuérdate de lo que nos dijo varias veces el Papa Francisco y que dejó por escrito en “Evangelium Gaudium”: prefiero una Iglesia herida y accidentada por salir a la calle a evangelizar, que una Iglesia enferma, encerrada en cuatro paredes, en el salón parroquial. Escucha la llamada del Espíritu Santo, escucha la voz de Dios que clama: Dame hijos, dame hijos, dame hijos.
Mortificación: Ayunar pidiendo a Dios la gracia del ardor misionero y evangelizar al menos a dos personas en este día. Ojalá que sean más personas.
Oración y clamor: Señor, mi Dios, sé que en Tu corazón de Padre, deseas que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad y experimenten la salvación. Deseas que Tus hijos Te reconozcan y Te amen. Quiero comprometerme a partir de hoy con la evangelización y quiero tener amor, pasión por las almas. Sácame de la comodidad, de la indiferencia, cúrame de la esterilidad espiritual. Que el Espíritu Santo suscite en mi corazón ese compromiso con la salvación de las almas, para que esa alegría del Evangelio y de la evangelización llene mi corazón y mi vida. En muchos momentos la tristeza y la falta de sentido en la que me encuentro tienen su raíz en la comodidad y en la indisposición a evangelizar. No quiero ser indiferente a los que están perdidos en el mundo de la prostitución, de las drogas, del alcohol, en los diversos vicios y desvíos propios de la mentalidad actual, en las falsas doctrinas, alejados de Ti. Mi Dios y mi Todo, es imposible experimentar Tu amor y Tus maravillas y no querer compartir estas maravillas con los perdidos, con todos aquellos que aún no experimentaron ese amor y esas maravillas. Quiero hacer contigo este compromiso de evangelización, de testimoniar Tu amor y Tu salvación a cuantos me envíes. Me siento pequeño y débil para una misión tan grande, no me siento preparado; sin embargo confío en Tu Espíritu Santo, que es el gran inspirador de la nueva evangelización. Envíame a los perdidos, envíame a los que no te conocen y dame coraje de testimoniar Tu amor. Quiero darte hijos, quiero darte hijas, quiero ser un evangelizador comprometido. Amén.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).