Carta de Don Bosco

Reviviendo el día de Don Bosco hice memoria de todas las experiencias que tuve con los salesianos, el tiempo de la escuela, cuando viví en la Casa Salesiana de Lavrinhas, con los Salesianos en San Pablo donde encontré por primera vez el Rector Mor Pe. Pascoal Chaves y vi que Don Bosco estuvo siempre presente en mi vida. Como hijo predilecto de María su presencia fue discreta pero eficaz en la conducción de mis pasos en dirección a la voluntad de Dios.

Actualmente en la misión de Rio de Janeiro tuve la oportunidad de participar de la Santa Misa y rezar la hora intermedia propia de la memoria del santo que por su día trae una carta suya que me llevó a meditar lo que había hecho con las oportunidades que tengo de contacto con los jóvenes. Que San Juan Bosco nos ayude a ser cada día el rostro misericordioso de Dios…

Carta íntegra del santo:

(Epistolario, Torino 1959, 4, 201-203)(S.XIX)

Antes de nada, si de verdad buscamos el verdadero bien de nuestros alumnos y queremos llevarlos al cumplimiento de sus obligaciones, es indispensable ante todo que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de esta querida juventud. Por ella trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no solo yo, sino toda la congregación salesiana.

¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar; amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.

Dom Bosco

Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia lo llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.

Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.

Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.

Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto, nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.

Son hijos nuestros, y, por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.

Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como nos conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.

En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables.

Tradução para português

Comentários

Deixe seu Comentario