Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Hch 16, 25-26
“Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, mientras los otros presos escuchaban. De repente, un violento temblor de tierra sacudió los cimientos de la prisión. Se abrieron de golpe todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos los presos”.
Este episodio narrado por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles es la demostración del poder y de la fuerza que hay en la alabanza, en los himnos inspirados por Dios. Es un poder de liberación. Pablo y Silas estaban presos y heridos por haber sido flagelados antes de ir a la cárcel. El motivo de estar presos era por haber liberado a una joven poseída por un espíritu de adivinación. Pablo expulsó aquel demonio que oprimía a esa mujer, pero esto no les gustó a los que se aprovechaban de ella para ganar dinero y mandaron prenderlos. Pablo y Silas estaban felices por hallarse dignos de sufrir por causa del nombre y del poder del Señor.
En vez de lamentarse, de quejarse, de murmurar, etc., comienzan a cantar alabanzas al Señor y toda aquella prisión fue tomada por el poder de aquella alabanza que invadía y entusiasmaba a todos. Era media noche cuando vivieron esa bonita experiencia. De repente se escuchó un ruido y todo aquel lugar comenzó a temblar por causa de un terremoto, provocado por el poder de aquella oración y de aquellos cánticos, las puertas de las prisiones se abrieron y las cadenas que ataban a los presos cayeron a tierra. Es este un buen mensaje sobre el poder de la alabanza, de la acción de Dios a través de aquellos que en vez de quejarse o murmurar, se colocan en actitud de alabanza, de adoración y le ofrecen cantos de júbilo. ¿Cómo te has comportado ante las persecuciones y dificultades que enfrentas por causa del Evangelio y de los dones del Espíritu Santo? ¿Te has quejado o has alabado al Señor? Necesitamos asumir esta actitud de alabanza, pues agrada al corazón del Señor y tiene poder de liberación.
Es un gran ejercicio de fe no quejarse sino al contrario, alabar. Mons Jonas nos enseña en Cançao Nova que la murmuración alimenta la maldad del diablo. La alabanza es insoportable para nuestro enemigo, por eso, necesitamos alabar en toda y en cualquier situación. Ese es el gran llamado del Señor en este día de nuestro devocionario. Si hasta ahora eras conocido por estar siempre quejándote, por ser alguien que sólo critica, que sólo ve lo negativo, si eras una persona intragable, la invitación de Dios a partir del día de hoy es a que te transformes en una persona de alabanza, llena de alegría, una persona con la que dé gusto estar. Pide esto sin miedo al Espíritu Santo, que Él no te negará, pues es para tu salvación.
Mortificación: Alabar a Dios en todas las situaciones y circunstancias.
Oración y clamor: Señor, la actitud de Pablo y Silas en la prisión provocan en mí una gran reacción y un gran deseo: dejar la murmuración, la queja, el negativismo y vivir la alabanza. Me doy cuenta de que en muchos momentos, he optado por la queja, pues me faltaba la visión espiritual y hoy sé que tienes para mí ese llamado: alabar en toda y en cualquier circunstancia. Principalmente, Señor, que te honre cuando sea perseguido o humillado por causa de Tu nombre y de la evangelización. Que acepte todo lo que me suceda con un corazón agradecido, lleno de alabanza y nunca de queja. Que, a semejanza de Pablo y Silas, viva de la alabanza. Renuncio a la tendencia que tengo de la queja, de la murmuración, del negativismo, y pido que el Espíritu Santo neutralice la acción del demonio que quiere hacer de mi un murmurador, una persona que se queja constantemente y que todo lo ve negativo.
Sé que la alabanza libera, cura, restaura, salva y transforma, y por eso, a partir de hoy, quiero vivir así, en la libertad que la alabanza proporciona. Que el Señor me lleve a experimentar la liberación como Pablo y Silas experimentaron, como experimentaron aquellos que estaban en la prisión y que vivieron aquella gran experiencia con la acción del Espíritu Santo. Señor, la liberación espiritual de la alabanza supera cualquier realidad, pues en este texto los que estaban presos no huyeron, se quedaron dentro de las celdas, inmóviles, llenos del Espíritu Santo que trajo aquella alabanza. Quiero quedarme impactado con la alabanza y con el poder del Espíritu Santo, como se quedaron aquellos hombres. Deseo vivir así, a través del poder del Señor, experimentar esa libertad que nadie puede dar, que el dinero no puede proporcionar, que solamente proporciona el Señor, por el poder del Espíritu Santo. Cambia Señor mi vida, haz de mi un hombre de alabanza, de adoración, que cante ese cántico nuevo que el Espíritu Santo me inspira a cantar, que mi vida sea un bello canto nuevo, una canción nueva entonada para el Señor. Amén. Aleluya.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).