Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: Jeremías 20, 7
“Me sedujiste, Señor, y me quedé seducido; me agarraste con fuerza y me sometiste. Yo era objeto de mofa todo el día, todo el mundo se burlaba de mi”.
Como decía en el día de ayer, Jeremías fue probado, perseguido, humillado, amenazado y, como ser humano, muchas veces pensó en desistir, en volver atrás. En el texto citado arriba, él testimonia: Yo era objeto de mofa todo el día, todo el mundo se burlaba de mí. Dejó que la Palabra le provoque, pero en este capítulo veinte, muestra que fue seducido por el Señor. Esta palabra seducción es fuerte, pero su significado es profundo. Seducir es la capacidad de encantar al otro con la finalidad de alcanzar determinados objetivos. ¿Cuál era el objetivo de Dios al seducir a Jeremías? Que Él fuese su boca y la señal de conversión en medio de aquel pueblo de corazón cerrado, que se había desviado del proyecto del Señor, que había decidido seguir a los ídolos y era permisivo con los pecados y no seguía con la fidelidad a la Palabra. El proceso es doble: Dios que quiere seducir, Jeremías que se deja seducir. ¿Te has preguntado por qué Dios ha cambiado tu vida, te ha seducido? No tengo dudas de que Él quiere hacer de ti y de tu vida una señal profética en esta generación.
Pero debo ir más allá con otra pregunta: ¿verdaderamente ya te has dejado seducir por el Señor? Mira a tu vida, a tus sentimientos, a todo lo que vives y respóndele a Dios. Una cosa es segura, el Señor quiere seducirte y ha intentado seducirte hace mucho tiempo, sin embargo, sólo lo conseguirá si haces tu parte, es decir, si abres tu corazón y Le dejas encantarte, conquistarte, amarte, transformarte. A partir de entonces, nada de lo que ocurra, sean persecuciones, humillaciones, sufrimientos, dificultades, etc, superarán esa experiencia de seducción y de conquista del Señor. Jeremías, después de esta bonita experiencia, perseveró hasta el final, no volvió atrás, pasó por innumerables sufrimientos, pero no obstante, honró a Dios con su propia vida, cumpliendo el objetivo por el cual el Señor Dios lo había seducido. Deseo que Dios te seduzca como sedujo a Jeremías, que Él sea más fuerte que tú y que tu voluntad.
Mortificación: Colocarse ante Dios en oración, no diciendo muchas cosas sino dejando que Él hable. Contempla la belleza de Dios, la santidad de Dios, el amor de Dios. Y en esta experiencia, déjate seducir.
Oración y clamor: Espíritu Santo, sé que existe un plan de parte del Padre para mi vida y quiero descubrir y vivir todo aquello que Él tiene para mí. En muchos momentos sé que yo he puesto condiciones y me he cerrado a Tu voluntad e incluso me he cerrado a cualquier experiencia nueva. Verdaderamente hoy quiero ponerme delante del Señor, abrir mi corazón y mi vida para hacer una experiencia nueva. Quiero dejar de huir de la voluntad de Dios, quiero dejar de hacer mi voluntad y rendirme al querer de Dios. Confieso que corrí y siento vergüenza por eso, ya no quiero esconderme más; sí, corrí de tu Santa Voluntad, me escondí, me omití, simplemente por tener miedo, por no querer exponerme, por miedo de lo que las personas pensarían. Perdón por mi omisión, por no permitir todo lo que el Señor quería hacer a través mí. Tal vez algunas personas se hayan alejado o perdido por mi omisión. Perdón Señor.
Cuántas palabras que me inspiraste yo las callé, cuánta inspiración enterrada, por miedo, y ese miedo fue falta de fe en ti Señor, fue una actitud de confianza en mí y no en Ti. Seguir Tu voluntad no es algo simple, pues el cristianismo me exige cambiar constantemente, no me deja estar quieto, estático. Hoy quiero dejarme seducir, que seas más fuerte que yo, sométeme y llévame a tu Santa voluntad. Que tu Espíritu Santo, Señor, me queme por dentro, mis huesos, mi corazón, tal y como con el profeta Jeremías y que pueda así testimoniar con fe y osadía: Me sedujiste Señor y me dejé seducir. Aleluya. Gloria a Dios.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).