Comenzamos nuestra experiencia en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra. Oración: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Pedimos Señor que esta Palabra se vuelva viva y eficaz en nuestra vida, y no vuelva al Señor sin haber producido en nosotros el efecto.
Palabra: 1 Tesalonicenses 5, 19-22
“No extingáis la acción del Espíritu; no despreciéis el don de profecía; examinad todo y quedaros con lo bueno. Cuidaros del mal en todas sus formas”.
Estamos en la recta final de nuestro devocionario “La profecía del avivamiento” y es importante considerar todo aquello que el Señor nos ha revelado hasta el día de hoy. El texto de Pablo que hoy estamos meditando debe llamarnos la atención en un aspecto muy importante: “no extingáis la acción del Espíritu”. Esta palabra es muy pertinente, pues tendemos a querer controlar la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y en la vida de las personas, por no decir en los eventos en los que participamos o en los que servimos.
Parece que nosotros le marcamos al Espíritu Santo su momento para actuar, su acción tiene que entrar dentro de nuestros esquemas y si algo se sale de los esquemas que tenemos definidos, hay discusión en los bastidores. Existen muchos bomberos en nuestro movimiento que quieren apagar el fuego del Espíritu, o que en muchos momentos se creen dueños del Santo Espíritu de Dios e intentan mandar sobre Él: consideran que la unción y el discernimiento sólo está en sus manos.
Esto es un escándalo, y parte del enfriamiento en la vida espiritual que vemos en las personas que nos rodean es por estar extinguiendo la acción del Espíritu Santo. Debemos preguntarnos: ¿El Espíritu Santo ha actuado con libertad en nuestra vida? ¿En nuestro grupo? ¿En nuestro movimiento? Sinceramente, mirando a la realidad actual, ¿le hemos dejado libertad para actuar o lo estamos extinguiendo? Si no dejamos que el Espíritu Santo actúe según su voluntad y con libertad, cada día nos vaciaremos más y principalmente nos volveremos infecundos, estériles, pues quien realiza todo es el Espíritu Santo del Señor Dios.
Otra indicación que nos da el Apóstol Pablo es: no despreciéis los dones de profecía, examinar todo y quedaros con lo bueno. Es necesario que estemos abiertos al don de la profecía y que no lo despreciemos, pues Dios siempre quiere hablar con nosotros, y especialmente en las reuniones carismáticas. Junto con el don de profecía debemos pedir el don de discernimiento. Veo como algo extremadamente necesario retomar aquellas profecías antiguas que aún no se han cumplido y caminar sobre ellas, abriéndonos a las indicaciones de Dios.
En medio de nosotros debe haber siempre esa abertura para ese don, pues el Señor Dios quiere siempre hablarnos, renovar todas las cosas. Es el tiempo de Dios, no permitamos que el Espíritu Santo se apague en nuestras reuniones y experiencias personales, dejemos que todos los dones se manifiesten en nosotros y en medio de nosotros. Solamente la acción del Espíritu Santo puede alejarnos de todo mal. Él nos ayudará a permanecer fieles hasta el fin. Este es el camino que debemos andar. No nos resistamos al Espíritu Santo, pues esto provoca tristeza en Su corazón. Queremos experimentar la alegría del Espíritu Santo. Amén.
Mortificación: Clamar el don del Espíritu Santo, para que Él nos ayude a vivir totalmente rendidos a Él, como también suplicar que se manifiesten en nosotros los dones y carismas, especialmente el de profecía.
Oración y clamor: Señor, quiero empezar esta oración pidiéndote perdón por todas las veces que he extinguido Tu Espíritu Santo en mi vida, no estando abierto para su acción en mi vida. Cuántas veces he estado cerrado mi Dios, cuánta indiferencia a las indicaciones que el Espíritu me hace en mi caminar. Perdón por no haber estado abierto a lo nuevo que tenías para mí, por haber pensado que ya había experimentado todo y por eso no estuve abierto para que lo nuevo suceda en mí. Perdón por haberme apegado a las estructuras viejas y caducas, y estando dentro de ellas, no he dejado que el Señor actúe en mí.
Te pido humildemente que rompas con las estructuras viejas de mi vida, pues quiero experimentar lo nuevo, la novedad de Tu Espíritu Santo. Señor, he perdido el ardor, he acabado enfriándome, ya no escucho las direcciones de Tu Espíritu, he dejado de experimentar la acción del Espíritu Santo en los Sacramentos, en la Palabra, en las reuniones de oración, porque estaba cerrado a lo nuevo y por esto las cosas se han vuelto para mi aburridas. Misericordia, Jesús, no puedo permitir nunca más que el Espíritu Santo se extinga en mi vida por causa de estar cerrado y por el endurecimiento de mi corazón.
Úsame como instrumento para romper con las estructuras rígidas, en primer lugar por la intercesión, y después con los medios y direcciones que esta oración me dará, me coloco totalmente a Tu disposición. Deseo desde el fondo de mi corazón el don de profecía, y hoy en día si este don está desapareciendo, no es porque el Señor no quiera hablar, sino porque no hay hombres y mujeres abiertos y dispuestos a pagar el precio de este don. Concédeme la gracia del don de profecía y junto con él, dame el don de discernimiento para entender la dirección de lo que quieres hablar a través de mí; para saber si es para mí, para un hermano o para toda la asamblea, y que sepa darme cuenta de si el ambiente es acogedor y propicio para usar este don.
Ante todo esto, deseo desde el fondo de mi corazón, ser profeta del Señor, ser usado en este carisma tan necesario para Tu Iglesia. Sé que quieres dirigir mi vida por la profecía, como también a nuestro pueblo en general, por tanto, digo con humildad: si me quieres usar, heme aquí, estoy dispuesto y disponible para que hagas Tu voluntad en mi vida. Quiero lo que Tú quieras, deseo las realidades nuevas que has planeado darme, deseo lo sobrenatural, me abro para todo lo que Tu Espíritu Santo me quiera indicar. Y te pido Señor, la gracia de poder hacer una decisión grandiosa y radical de alejarme del mal, de no tener nada que ver con el mal. No quiero ser un bombero que apague el fuego del Espíritu, nunca permitas que esto suceda en mi vida, por el contrario, quiero ser un incendiario, alguien portador de este fuego Santo. Úsame Señor. Amén. Aleluya.
(Deja ahora libremente que el Espíritu Santo te lleve a una experiencia de un gran clamor y de toda la revelación que Él tiene para tu vida).